(N. del
A.:La declaración es vieja, pero la discusión siguiente es perpetua)
Frecuentemente, se alega la dificultad de entender
la política argentina y especialmente al peronismo. Paradójicamente, ello no ha
mermado jamás en nada su altísimo poderío electoral o vislumbrar una opción de
gobierno que no lo contemple.
El 19 de junio de 2013, consultado en el programa
“Mañana Silvestre” (AM 1030, Radio del Plata, lun. a vier. de 6 a 9 AM) sobre su pertenencia
al sciolismo o al kirchnerismo, el ex intendente de Avellaneda Baldomero
Álvarez de Olivera sostuvo: “Nosotros no
somos duhaldistas, kirchneristas ni sciolistas: somos peronistas”.
Como muchos "compañeros", Baldomero no se casa con nadie. |
Una de las cuestiones que dificultan su
comprensión es la existencia de
posicionamientos antagónicos y su convivencia partidaria, o los repentinos alejamientos de funcionarios
hacia posiciones irreconciliables, un análisis que amerita una mayor
profundidad en los entornos de pertenencia que en los contenidos de la
retórica. Lo cierto es que desde el 2001 a la fecha, las disputas por la apropiación
del capital simbólico del peronismo han sido las más conflictivas desde el
retorno de la democracia. Líneas internas que conforman instrumentos
electorales (Partido por la
Educación , la
Cultura y el Trabajo; Fe y Frente Renovador) o arribistas con
alguna popularidad (el diputado Francisco de Narváez y el intendente capitalino
Mauricio Macri) han comprendido que una genuina vocación de mayorías tiene que
contemplar las adhesiones del difuso y heterogéneo “pueblo peronista”.
Un jefe político del partido justicialista (dominador
del instrumento electoral del pueblo
peronista) es un dirigente que
frecuentemente ha asumido principios de conservación individual por sobre un
proyecto colectivo en funcionamiento, reticente a aceptar una autoridad
distinta a la simbología peronista. De este modo, la ausencia de compromisos ideológicos y la disponibilidad para la adaptación a nuevos liderazgos y demandas
son estrategias clave para la conservación de sus lugares de poder.
Iniciada en 2001 una etapa en que aun se
manifiestan experimentaciones, con un afianzamiento de la democracia de
audiencia y niveles de politización social que no suelen exceder los comportamientos
binarios, puede pensarse en la influencia que la memoria política y el cerco territorialista
continúan ejerciendo en la política argentina.
La frase de Baldomero Álvarez explícita en tan
sentido la debilidades relativas a cualquier proyecto peronista, del signo
ideológico que fuese, ante las posibilidades acuciantes del desmembramiento de
un instrumento electoral ante lealtades sólo avaladas por las conveniencias coyunturales.
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