Una pregunta inmediata a las declaraciones de
Martín Insaurralde en favor de la baja de imputabilidad es si el kirchnerismo emprende un proceso de derechización. A la toma apresurada y torpe de la
bandera tradicional de la derecha punitiva, sigue el interés por elevar el piso
de ganancias. Algunos se preguntan, ¿pueden estas no ser las palabras de la
presidenta, dada la cercanía que le dispuso al candidato durante la campaña? En
esta situación, hay dos elementos que pueden aportar algo de luz: Insaurralde
es un intendente o, dicho de otro modo, un líder territorial que conoce las inquietudes
(buenas o malas) de un distrito del GranBA y obra en consecuencia para obtener
votos. Proviniendo del Partido Justicialista bonaerense, lugar de conversiones,
adaptaciones y disputas de liderazgo durisímas, podría explicarse además la
capacidad de nadar hacia la corriente de la opinión pública instalada.
Scioli expone personalidad y perfil propio, designando al
polémico Alejandro Granados.
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En lo concreto, las PASO permiten una lectura que
guía a las revisiones. La crítica interna, en este cuadro de situación, merece dejar
de ser fustigada o cuestionada como una manipulación divisionista del Grupo
Clarín. Sólo puede resistirse a la crítica aquél que tiene la soberbia de creer
que no hay nada por mejorar. En este sentido, puede hacerse una división de
responsabilidadesde aquí a octubre: el gobierno nacional en tanto representación máxima de una
dirección, y la militancia distrital en tanto lugar de comunicación de las
políticas públicas. Si los medios neoliberales hacen del ataque a el CEDIN, freno
a la especulación y las corridas bancarias, una opinión pública hegemónica y
cautiva, estamos al horno con papas. De tal modo, la estatización de YPF, la
sanción del voto juvenil, la obligación de los bancos de otorgar el 5 por
ciento de sus depósitos en créditos para inversión, la implementación de
créditos para obtención de viviendas y reformas de inmuebles a través del
PROCREAR y los intentos de acuerdo de precios poca incidencia han tenido en una
sociedad que elige fuerzas políticas con los mismos criterios que un equipo de
fútbol y abraza con enfásis la promesa demagógica del cese de confrontaciones, acaso
un retorno al útero de la calidez menemista. También se advierte los vínculos
transitorios que el electorado realiza con un proyecto político (temática a la
que invita a pensar Gabriel Vommaro en “Diez años de Favores por votos. El
clientelismo como concepto y como etiqueta moral”, en "Si éste no es el
pueblo. Hegemonía, populismo y democracia en Argentina" (2010), de Eduardo
Rinesi, Matias Muraca y Gabriel Vommaro (comps.)). Insaurralde, decimos, toma
las promesas de Massa, a lo que nos preguntamos ¿ignora que para réplicas,
mejor los originales? Por lo pronto, una respuesta necesaria para revertir la confianza
de las mayorías es internarse en el
debate y generar hechos políticos,
una responsabilidad que cabe a la dirigencia nacional y a la militancia de los
distritos.
La designación de Alejandro Granados, partidario
de la mano dura frente al delito, al frente del Ministerio de Seguridad de la
provincia de Buenos Aires no es un dato menor. Si en el período preelectoral Daniel
Scioli buscó cautivar al kirchnerismo con muestras de fidelidad a Cristina
Fernández cuestionando a la propuesta de Massa en la búsqueda de capturar
estructura para el proyecto presidencial de 2015, esta decisión tras las
elecciones primarias resulta un guiño a los intendentes en tanto posibilidad de
premiación y preferencia al mismo tiempo que advierte la valoración de las
bases de sustentación buscadas. En esta línea de consideraciones, no puede
obviarse que el fenómeno más rico del proceso kirchnerista es la disputa generada
al interior del propio peronismo entre fracciones de izquierda y progresistas
frente a las corruptas y conservadora, con la consiguiente tensión en
territorios y liderazgos.
La manifestación de retrocesos en la correlación
de fuerzas son evidentes, y para un cronista que entiende que toda construcción
se inicia desde abajo los enojados que escupen al cielo o los atónitos que se
han privado de besar el anillo se han privado de razonar las urgencias del
actual contexto. Así las cosas ¿dónde queda la “Generación del Bicentenario”?
¿qué de una resurrección de un peronismo de izquierda y su imaginario? ¿adónde
la transversalidad? Es un escenario incoherente imaginar banderas con la cara
de Eva, Cooke y el Che en una campaña presidencial de Daniel Scioli o similares;
sin embargo, la manipulación simbólica todo lo puede. Las conversiones también.
El kichnerismo ya no es -para cachetazo de la insolencia de los bravucones, o
para el fatalismo triunfante de jóvenes eufóricos que jamás pisan zonas con
necesidades- el 54 por ciento. Las cartas están echadas, y para quien desee
revertir el cuadro de situación, no queda otra que la militancia real.
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