Finalmente,
la esperada jornada de agosto llegó para disipar y afirmar, con la sentencia
irrevocable de los datos concretos. Ello no implica pensar la parcialidad como
una situación estática, sí como un resultado ante el cual deben existir
fundamentos kirchneristas de derrota más complejos que la ruptura e instalación
mediática de un político ambicioso y joven notoriamente inseguro e improvisado
en los espacios específicos de publicitación de ideas, quizás una debilidad
inherente a su temprano lanzamiento extradistrital que lo posiciona como un
opositor “peronista” adelantado a una hipotética ruptura del gobernador Daniel
Scioli.
Culpar
a la perseverancia del intendente de Tigre por la derrota sería poco edificante
y un gesto grosero de autocompasión, desmereciendo una biografía de gestión
cuyas desprolijidades no implican rechazar una férrea defensa de la política
frente a las corporaciones, con iniciativas voluntaristas destinadas a poner
solución a los emergentes conflictivos con la dificultad inherente a un pueblo
argentino que espera un rol protector del Estado bajo la utopía feliz de las
mieles menemistas perdidas.
Una
primera observación de parte del núcleo duro del kirchnerismo es la sútil
diferencia entre los guarismos de la elección provincial (FR 36,14%, FpV25,76%)
y Nación (FR 35,05%, FpV 29,65%), que no impide desdeñar un probable estudio
del caso por el gobernador Scioli, confieso aspirante a la Rosada.
Lo
que claramente se ha pasado por alto es una autocrítica pública en gran parte
de las agrupaciones kirchneristas. En estos diez años, el kirchnerismo logró
movilizar importantísimos grupos de jóvenes y sectores de la clase media, que
por apoliticidades previas, carecen de un trayectoria militante lo suficientemente
intensa y extensa para establecer distinciones entre el apoyo a una gestión y
la resolución de las preocupaciones de los vecinos del entorno. A los efectos
de su publicidad, Unidos y Organizados demostró que la entrega militantes podía
vehiculizarse como un formidable aparato de trabajo social en episodios de crisis;
en materia estrictamente política, el exitismo por la campaña electoral previa
y la acefalia dirigencial promovieron una confianza ciega en una jefatura que
acomodara los melones sumiendo a la militancia en un letargo poco utilitario. Asumir
la militancia dista mucho del
presentismo de los actos en Plaza de Mayo, la extensión de la columna de una
orga o la repetición de las canciones de La Cámpora, ni la queja ante los
ataques del monopolio o la pésima instalación de un candidato que no conocen ni
los del riñón. La
respuesta a los colores primaverales es evidente. No es casual que Fernando
Navarro, dirigente del Movimiento Evita, organización de militantes de base con
firmeza territorial, formule una aislada autocrítica, probablemente instando a
un cambio en las acciones de campaña.
Asumir
los errores no debiera considerarse un gesto de debilidad, sino una voluntad de
perseverar en una auténtica construcción transversal bajo una retórica didáctica
que permitan reconocer la especificidad del momento político (crítico en lo
electoral pero calmo en lo gubernamental) y persuadir por lo consumado
reconociendo con precisión los desafíos próximos (una sintonía fina en el “Mirar
para cuidar”, el control de la especulación inmobiliaria con alquileres casi
equivalente a sueldos bajos, podrían entrar en la agenda) y un compromiso de
que gobernadores e intendentes empuñen doctrinas decimonónicas para justificar
la desatención de los episodios de conflictividad local.
En
fin, nada que no se haya escrito por estos días, en un resumen menos elaborado
que el dado en los lenguajes ambiguos y categóricos
de los escribas virtuales. Quizás estos apuntes puedan servir a la colección de
anotaciones de estos días en la recuperación de un electorado no ideologizado y
carente de adhesiones irrestrictas que supo otorgar un porcentaje equivalente
al actualmente obtenido.
Solo el ver el bonaerense que presidencia hostigaba y dejaba en banda a su gobernador fue muy fuerte.
ResponderEliminarEl reproche por no haber puesto lo que había que poner para conseguir la guita se hace de otra manera. Se encierran en una habitación y se pasan de frente las facturas pero así el pueblo de la Provincia se sintió dejado de lado.
Entiendo, pero de forma proporcional a la soledad del poder de CFK, en sus múltiples sentidos. Comprendo la dificultad de ser prudente ante situación semejante.
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