“En la guerra no hay reglas.
En la lucha de lodo hay reglas.
En la política no hay reglas”
Ross Perot, candidato a la presidencia, 1988
Con esta frase como introducción, los espectadores
nos sumergimos en una parodia que va de lleno contra la
actualidad de las campañas electorales estadounidenses.
Muchas veces la frase de los melindrosos
resuena quejosa hasta el hartazgo: “no veo la hora de que pongan la bandera en
este país”. Este discurso, que expone una voluntad de aceptación de dominio de
otra nación no advierte de una realidad que admite dos puntos soslayados: 1)
que el colonialismo es demasiado caro y que los poderosos prefieren vasallos
que actúen de estabilizadores mientras obtienen el mayor lucro posible; y 2)
que la dominación no está dada por Estados sino por los capitales financieros que
fluctúan a lo largo del planeta.
Esta introducción era ciertamente necesaria para
comenzar a escribir sobre esta gran comedia de Jay Roach sobre las elecciones
presidenciales en el régimen representativo más influyente del mundo.
«Mi hermano y yo somos creadores de empleo. Y por
eso también somos creadores de candidatos»,
Los hermanos Motch (John Lithgow y Dan Aykroyd),
especuladores financieros, y lainfluencia que ejercen en el film son una clara
parodia de las corporaciones norteamericanas y su injerencia sobre la vida
política norteamericana, aspecto que Michael Moore ha destacado notablemente en
sus documentales. No hay límites para un poder que amenaza, extorsiona, se
apropia y manipula la representación popular para convertirla en una representación
corporativa.
¿Es posible entonces la democracia cuando fastuosas
inversiones del sector financiero condicionan y/o corrompen la autonomía de los
candidatos? La comedia ahonda en el tema con una criticidad notable. Se anuncia
a Goldman Sachs como corporación financista de uno de los candidatos. Los
hermanos Motch se proponen la venta del distrito, en disputa electoral, a
China, al tiempo que la llegada de un importante número de trabajadores chinos
potenciaría las cifras de crecimiento, para lo cual escogen a Marty
Huggins (Zach Galifianakis), un funcionario menor de un municipio hijo de una
influyente figura del Partido Republicano. La elección de Huggins es algo
accesorio: se trata de tener un lobbista en el Congreso. Las ambiciones
de los Moch no tienen color político ni interés nacional, por lo que
seguidamente otorgan la ayuda y el acuerdo con el senador demócrata Cam Brady a
cambio de las cesiones exigidas a Huggins.
Cam Brady (Will Ferrell), a diferencia de Huggins,
es un ambicioso senador demócrata con la experiencia y habilidad para hacer el
trabajo sucio en cumplir sus objetivos. Corrompido por los goces del poder, en
algún momento del film su hijo le señala “tú me enseñaste que lo más importante
es ganar”.
Los medios son expuestos como el principal soporte
electoral de la campaña. De la exposición, frecuencia y aceptación de los
hechos políticos surge el consenso sobre los protagonistas de la contienda
electoral. En este sentido, la política cumple una función de divertimento
político. “La vida que conoces se acabó”, señala el publicista Tim
Wattley a un improvisado Mary Huggins, mientras su vida pública es sometida a
cambios que van desde la estética de su casa hasta cortes de pelo. La construcción
del candidato ameritará la construcción de un candidato que represente las
tradiciones nacionales (“Norteamérica, Jesús, Libertad” es el emblema de Cam
Brady) frente a la presentación de otro advenedizo y poco representativo del
espíritu nacional (“comunista”, poco religioso, mal hombre de familia, malos
hábitos, vinculaciones con Al Qaeda y Saddam Hussein, partidario del
debilitamiento de las fuerzas armadas, etc.).
Al cuestionamiento del impacto en las valorizaciones
del electorado estadounidense, podrían sumarse la valorización del éxito y el
espectáculo. “Lo que estamos buscando es una nueva voz joven que despierte a la
gente y aproveche sus frustraciones”, dicen atinadamente los fríos y
calculadores hermanos Motch al pensar en la elección del candidato que
reemplace a Huggins. La presentación organizada por los poderosos empresarios
del candidato Brady, rodeado de bellas mujeres en un clima ruidoso de algarabía
y frivolidad, recordará a muchos argentinos una increíble similitud con los
efectos de luces y dinámica de los programas del poderoso animador televisivo
Marcelo Tinelli.
Al obtener la elección, Huggins recuerda a Brady su
admiración por su labor como dirigente estudiantil. “Supongo que así es el
mundo ahora”, le afirma resignado y decepcionado, un comentario sumamente
escéptico que traduce toda la situación de la película (claramente, el vacío de
la representación en candidatos cuya retórica se opone al comportamiento
histórico de sus partidos, la debilidad de la política frente al poder económico,
la legitimidad social del éxito, etc.).
Una gran película para reír y pensar en la relación
entre identidad y representación política.
FICHA TÉCNICA.
(Estados Unidos, 2012) The Campaign, dirigido por
Jay Roach
Interesante. Es una comedia y seguro que agiganta algunas cosas. Pero parece que crece con fuerza el avnacel del marketing. Y entre otras cosas, como se diluyen las identidades partidarias en USA.
ResponderEliminarSalutti
Buen comentario, Sergio. Esa es exactamente la idea del anteúltimo párrafo cuando se refiere al "vacío de la representación en candidatos cuya retórica se opone al comportamiento histórico de sus partidos, la debilidad de la política frente al poder económico, la legitimidad social del éxito".
ResponderEliminarMuchas gracias por su participación!