No hay demasiadas novedades en esta nueva marcha opositora. Una vez más, y ya no es nada raro, coincide con episodios de desestabilización de un gobierno popular de la región. Quizás sea necesario agregar que, si Néstor Kirchner fue en 2003 el recuperador de la política al resguardar la iniciativa de la agenda legislativa en la representación popular salvando el prestigio y estabilidad institucional salvando de escraches y agresiones diversas a legisladores, es precisamente el proceso por él abierto el principal depositario de las difamaciones de pusilánimes y retrógrados salvaguardados en las oposiciones y la virulencia social que alimentan. Son ya casi diez años de gestión kirchnerista, en el momento difícil de afrontar una crisis de consumo internacional, a lo que debe sumarse principalmente la impotencia en la imposibilidad de gobernar también viabiliza enojos en la sucesiva serie de derrotas; asimismo, tampoco faltarán quizás un segmento muy minoritario en esa misma marcha los que esperen una profundización del modelo, y rechacen las formas en que el gobierno se expresa (al respecto, la comunicación en materia de políticas públicas no deja de ser un defecto más que evidente).
Una gran diferencia entre el decir y el hacer en estos días estuvo dada en el rol que cumplió la militancia kirchnerista durante las inundaciones en la CABA y el GranBA. Mientras las oposiciones cuestionaron la falta de previsión e inversiones en obras para evitar el desastre, el pueblo argentino contribuyó con inmensa solidaridad a dejar sus donaciones y la militancia de las organizaciones kirchneristas se volcó silenciosamente clasificar los envíos y poner el cuerpo en la zona, ante el descontento de los afectados.
Es posible decir que se vive una Argentina dividida. Pero estos extremos no se juntan en la diferencia metodológica que fija un marco de acción: mientras prevalece la manipulación mediática sobre grupos que incurren en irrupciones de violencia física en las manifestaciones, los seguidores del actual gobierno ocupan su tiempo en mejorar la gestión y actuar políticamente para producir los cambios territoriales necesarios para mejorar el lugar en que viven, comprendiendo éstos últimos aspectos una información imposible de transmitir al cómodo ciudadano cuyo conocimiento sobre la política es mediatizado, alimentando un gregarismo díficilmente comprensible.
Una vez, más la militancia política es la diferencia.
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