(Publicado en diario digital NEP el 25 de mayo de 2011)
Popular o
impopular, el cabildo abierto de Mayo de 1810 es el episodio en que se
explicita por vez primera la voluntad de conformar una Nación independiente,
institucionalizada y fundamentada en el tópico de una república de iguales.
Sin
embargo, poco tiempo habría de pasar para que se advirtiera en las élites de la
época el deseo de conservar los privilegios que el sistema colonial les
permitía; de este modo la masa de derechos que habíanse proclamado universales
llevando a la liberación del dominio español resultaban apropiados por una
minoría filoeuropea. Así, se consolidó el régimen latifundista de la tierra, la
persecución y castigo a los llamados "vagos", la exclusión de las
mayorías de elegir representantes, se gestionó el traspaso de las Provincias
Unidas a aristocracias extranjeras y se festejó el endeudamiento para pompa de
una ciudad. No se trataba de un régimen unitario, sino de un país pensado para
el goce de una élite trasnacional reunida en la capital comercial del país.
La
construcción de las representaciones mayoritarias, paradójicamente, se daría
por fuera de las instituciones implantadas por los planificadores del gobierno
central. Serían los caudillos quienes, con una autoridad no democrática ni
electiva, representarán la masa de excluidos que el sistema generaba
facilitando un sistema de relaciones horizontales entre los gauchos unidos a la
causa de su representante. Tendría mucho tiempo que pasar para la emergencia de
líderes que, con inmensos obstáculos, ampliarían la participación institucional
de los sectores desprotegidos respondiendo a un deseo de justicia largamente
postergado.
No
obstante los importantísimos hitos conseguidos para goce de los habitantes de
nuestro país desde entonces, la
Patria no es una construcción azarosa ni estática, sino que
demanda esfuerzos cotidianos para solucionar los problemas pendientes y
afrontar nuevos desafíos. Vale la pena, entonces, no olvidar los sufrimientos y
el menoscabo de los próceres libertadores, ni los sudores y sangre de quiénes,
anónimos, supieron guardar esperanza en una Patria para todos.
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