Nacido políticamente en el FREPASO, Martín Sabbatella “entró a la cancha” como concejal del municipio de Morón en 1995 con sólo 25 años de edad. Desde ese lugar presidió la comisión investigadora que desplazó de su cargo al corrupto aparato justicialista de Juan Carlos Rousselot, lo que le valió un amplio reconocimiento popular que motivó su elección como jefe comunal en 1999 y su reelección en el año 2003, con un modelo de gestión que ha sido elogiado por instituciones tan diversas como The Wall Street Journal (2003), Premio Konex en Administradores Públicos (2008) y Poder Ciudadano (2010).
Sabbatella dio inicio a su proyección nacional en las elecciones legislativas de 2007, año en que obtuvo 5,56% de votos logrando hacerse de dos bancas en la Cámara de Diputados, para construir luego una alianza importante con espacios marginales de un progresismo autónomo (ex ARI, Partido Solidario, sectores frepasistas) en el llamado bloque Nuevo Encuentro, que ha aportado seriedad y coherencia en las grandes discusiones del Congreso. Han sido estos gestos políticos los que le permitieron acompañar al kirchnerismo en medidas que, si bien no han sido de su propiedad intelectual, ha impulsado (estatización de Aerolíneas Argentinas, Asignación Universal por Hijo, estatización de las AFJP y Aerolíneas, remoción de Martín Redrado del Banco Central en la afirmación de una política monetaria dirigida, Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual).
Ese crecimiento de Sabbatella no puede estar separado de haber tomado posición en las más difíciles. Es de recordar que la llamada resolución 125 motivó a simpatizantes de los productores agropecuarios a una manifestación numerosa en la Plaza de Mayo con ánimos golpistas, y que sólo la intervención del líder territorial Luis D´Elía la conservación del actual gobierno. Desde aquella ocasión la Argentina ha vivido profundas divisiones que tratan de una forma de entender el país de modos contrapuestos. Se asiste con ello al episodio desopilante en que medios, periodistas, políticos y otras personalidades de cualquier tipo, por motivaciones pecuniarias o morales, han dado ruptura con su propia historia personal, siendo superados por el escenario político. Pocas voces -dentro del Frente para la Victoria inclusive- se expresaron en favor de la continuidad institucional del gobierno en tiempos de. Sin embargo Sabbatella, sin la presión de formar parte del Frente para la Victoria, se pronunció a favor de la medida promovida desde el gobierno nacional.
Este apoyo sobre decisiones polémicas y significativas impulsadas por el gobierno nacional ha tenido por contraparte el distanciamiento de Nuevo Encuentro del resto de las fuerzas políticas no oficialistas -o antioficialistas: la llamada “Oposición”-, lo marginó de la exposición mediática y, al mismo tiempo que al significante “oposición” se lo dotaba de la significación “liga de partidos antikirchneristas, reservorio moral de la Nación, que brega contra la corrupción, autoritarismo e iniciativas del partido de gobierno”, a Nuevo Encuentro se lo categorizada como “aliado K”, situación más que perjudicial cuando la imagen del partido oficial estaba por el piso dadas las tensiones provocadas en la sociedad toda en lo que se dio a llamar “Campo-Gobierno”. Sabbatella demostró entonces la templanza de aquel joven que derribó el aparato menemista del justicialismo corrupto del partido de Morón.
La aparición de Encuentro por la Democracia y la Equidad se da en un momento especialísimo: los jóvenes quieren ser protagonistas del proceso político y necesitan de un espacio que los contemple. Las nuevas generaciones han encontrado en los partidos tradicionales la perpetuación y apropiamiento de la identidad partidaria por parte de una oligarquía y dificultades para identificarse con los aspectos programáticos que presentan, a lo que deben serle agregados la no-vivencia de los períodos de popularidad de estos instrumentos participativos; se trataría, mayormente, de espacios no democráticos con falta de actualización de las directrices ideológicas que les den contemporaneidad, con una identidad diluida por las presiones de la coyuntura ejecutadas por los medios masivos de comunicación, con acciones legislativas de sus miembros que ya no son orgánicas ni tienen por fundamento los principios institucionales: son decisiones individuales en nombre de la conveniencia y el crecimiento político personal.
Una excepción podría estar dada en algún sector flexible del peronismo kirchnerista, el cual igualmente está sujeto a las decisiones territoriales de los ciudadanos. Es necesario afirmar que dentro de ese conjunto heterogéneo que es el Frente para la Victoria se observa la ausencia de una comunidad ideológica, pero que sin embargo sirve como bandera a muchos dirigentes para expiar su pasado (la 125 sirve de modo ejemplar para comprobar la volubilidad de los dirigentes frente a las presiones coyunturales instaladas por los medios de comunicación). Una renovación dentro del Partido Justicialista motivada en sentar nuevas bases implicaría una sangría considerable, pero es un dolor que es necesario asumir, ya que sin recambio de representantes se torna difícil hacer una renovación real de la mentalidad noventista que impregnó al partido mayoritario y a la política argentina toda.
Por eso la profundización del modelo exige una vertiente no pejotista que pueda aportar tenacidad y convicción a los vaivenes ideológicos que han afectado el justicialismo. Es ahí donde aparece Martín Sabbatella como actor necesario para una nueva Argentina.
El fallecido líder de este proceso de renovación moral en el país, el ex presidente Néstor Kirchner, siempre sintió un profundo respeto y simpatía por la labor del intendente de Morón, quién tiempo atrás había impreso en el municipio de Morón el estilo del modelo en vigencia. Nunca existió oposicionismo y recelo como el que el pejotismo admite, sosteniendo como prueba la competencia electoral de 2007 en la que Néstor Kirchner y Martín Sabbatella fueron candidatos a las diputaciones por partidos distintos. Por el contrario, las coincidencias llevaron a Kirchner al diálogo y a la propuesta de sumar al moronita a la transversalidad, siendo rechazada por el último en ratificación de su independencia y su ánimo de dar crecimiento al poder político de Nuevo Encuentro a modo de reservorio ante las fluctuaciones del pejotismo. Por lo tanto, no resulta novedoso que Sabbatella marche como gobernador en una lista de adhesión (la mal llamada “lista colectora”) a la reelección presidencial de Cristina Fernández, hecho que desmiente las afirmaciones malintencionadas impulsadas por Clarín y La Nación que sostenían que Kirchner antes de morir había dado un mandato a sus cercanos para estrechar alianzas y reincorporar al peronismo disidente.
De hecho, quienes fueron testigos de las horas de dolor en las exequias del ex presidente Néstor Kirchner observaron como un importante número de jóvenes proclamó abiertamente su esperanza en la candidatura de Martín Sabbatella, ya como vicepresidente, presidente, o compañero de fórmula con Juan Manuel Abal Medina.
Hasta el momento, pareciera, es la juventud misma la que marca el camino.
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