El 10 de diciembre de 2013 se
celebra en Argentina, por Ley 26.323, el
“Día de la Restauración
de la Democracia ”,
siendo la fecha de asunción del primer gobierno democrático post-dictadura y el retorno del Estado de Derecho, con los condicionamientos
inherentes al contexto.
Si una lección dejan las
presidencias de Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner en estos primeros treinta años
de democracia es la necesidad de encauzar y sostener de forma permanente la
promoción de la democratización de la sociedad en sus diferentes niveles. Que todo se puede conseguir, que todo se debe discutir.
Aspectos positivos de la vigencia
del sistema representativo son el juicio a genocidas, una política estatal de
reflexión sobre la memoria histórica, la consideración dada al mercado interno
y a la distribución del ingreso para la estabilidad institucional.
Por el contrario, la influencia de
los poderes económicos, la burocracia sindical, el manejo de cajas negras de
las fuerzas de seguridad, la gerencia política de los representantes y la apatía política de amplios sectores de la sociedad
son algunos de los aspectos que de una forma u otra se han manifestado para
evidenciar lo pendiente de la democracia, con frecuencia desestabilizada
ante episodios movilizados por formas de oposición política.
El caos de estos días –en que la desobediencia
del “Estado armado” ha sido su principal protagonista-, nos invita a pensar en
lo nocivo de ser una “tropa obediente” y en la confianza irrestricta en el
mandato representativo. No existen “pases mágicos” para desanudar conflictos; sólo
cálculos de falibles ejecutores. Por eso, la democracia continúa siendo una
lucha permanente, que necesita de todos para abrir nuevos cauces en procura de una mayor
igualdad y justicia.
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