El
17 de noviembre de 2013 el diario Tiempo Argentino realizó una entrevista a Patricio
Etchegaray, secretario general de Partido Comunista Argentino. En ella, Etchegaray
explicita una adhesión a la gestión kirchnerista al tiempo que solicita la
discusión de un debate programático, en una iniciativa por retornar a una
política propositiva y responsable, algo remoto ante el impactante vacío
instalado con la democracia de audiencia argentina.
Sabido
es de los cuestionamientos históricos realizados hacia el PCA, en tanto tradicional
detractor de los gobiernos nacional-populares, absentista de la participación
armada y elogioso de Jorge Rafael Videla durante la última dictadura. Estos gravísimos
errores de la conducción han sometido al partido a un rol menor. Sin embargo y
realizadas las debidas autocríticas, el dirigente Patrio Etchegaray ha interpretado
lucidamente la necesidad de avanzar en un frente nacional hacia una transformación
estructural en un contexto posliberal.
Para Etchegaray, las rupturas con la
dominación hegemónica, la apuesta
a la producción y el rol regulador del
Estado ameritan el resguardo de los
gobiernos progresistas regionales,
|
El
kirchnerismo supo aglutinar, en un contexto de opciones meramente
institucionalistas pero desligadas de una propuesta de solidaridad social,
sectores ajenos al justicialismo. En este sentido, la diferencia más notable
entre los orígenes del socialismo y del peronismo están dados acabadamente en
su origen de idea abstracta de mejoramiento social movilizada por las clases
bajas y la burguesía humanista en un caso y la adhesión a un líder carismático
al que, debido a sus logros, todo se delega. El kirchnerismo, en tanto proyecto
de peronismo transversal, no ha contemplado debidamente las distintas
identidades que han conformado su base de apoyo, recelosas de aceptaciones
irrestrictas y necesitadas de verificaciones precisas de los cambios
progresistas instrumentados. 2012-2013, por otra parte, fue un período marcado
por una “sensación de inseguridad” ferroviaria y el alza inflacionaria y (salvo
excepciones) la ausencia del funcionariado dando explicaciones viabilizó que las
críticas se trasladaran desde acusaciones de ineficacia hasta de corrupción. La
candidatura de Insaurralde como adlátere kirchnerista del justicialismo bonaerense,
pero construida a imagen y semejanza de su rival electoral Sergio Massa, no
hizo más que agregar mayores dificultades al confuso acto eleccionario. En tal sentido,
el kirchnerismo en 2013 desarrolló una voluntad
política limitada, en que el “vamos por todo” fue reemplazado por acuerdos entre
la burocracia partidaria, quizás a modo de establecer una transición no
conflictiva.
El
18 de noviembre, fue el propio diputado Carlos Kunkel quién admitió la perdida de base
electoral al señalar que “se nos fueron 1.200.000 votos por izquierda” en el
programa radial “Mañana Sylvestre”.
El
Partido Comunista, en ese orden de cosas, se presenta como una adhesión crítica
capaz de transformarse en una usina de ideas valiosa, pese a que el
kirchnerismo ha sabido lograr adhesiones través de la ejecución de medidas tan convocantes como imprevisibles, acaso evitando elementos que puedan servir como obstáculo.
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