martes, 12 de marzo de 2013

Mariano Grondona: tiranía, mayorías y democracia y una irrespetuosa despedida a Hugo Chávez




A partir de su editorial del 10 de marzo de 2013 en su programa dominical “Pensando con Mariano Grondona”, el contenido de programa se hizo previsible: con la muerte el presidente venezolano Hugo Chávez, sostuvo que fallecía un tirano en el país caribeño, responsable de haber instalado la demagogia. A través de los distintos entrevistados -dentro de los que se cuenta a Modesto Emilio Guerrero, a quién no se le pidió definiciones políticas-, Grondona caracterizó previsiblemente al líder bolivariano como “confrontativo”, “violento”, y responsable de haber instalado una tiranía a través de la demagogia.

Los conceptos vertidos por Grondona y sus secuaces ideológicos son inherentes a un ultramontano maquillado de liberal sólo por limitaciones objetivas del contexto histórico. La trayectoria de mariano Grondona, colaborador de Onganía, la derecha peronista yy la dictadura cívico-eclesiástico-militar de 1976-1983 da cuentas sobradamente del proyecto de país defendido por el comunicador político.

La idea de “tiranía de las mayorías” tiene su genealogía moderna en la violencia revolucionaria francesa ejercida en los juicios públicos, a través de la democracia directa. Sobre esa experiencia, el ideario liberal construyó un imaginario sangriento que habilitara a tomar medidas para una democracia restringida ante la mayor amenaza popular: la reformulación del sistema económico, es decir, las relaciones de dominación y producción. Ante ello, parecerán medidas para  una democracia restringida, tales como la exclusión debido a la relación de los sujetos habilitados (mayores, 21 años, varones, heterosexuales, blancos, nacionales) con al propiedad, generando un régimen plutocrático. Entregados los derechos políticos, éstos luego eran restringidos ante la evidencia de que los proletariados comenzarían a demandar  derechos sociales. Estas exclusiones del sistema político se irán modificando gradualmente a través de la lucha de los movimientos sociales.

Otro tanto ha sucedido en América Latina desde que perseguidos políticos europeos se trasladaron al continente. Paralelamente a la difusión de ideas clasistas bajo el modelo oligárquico, las élites comenzaron a idear conjuntamente con la intervención imperial de Estados Unidos la persecución, represión y exterminio de toda amenaza al sistema socio-económico vigente. Dicha planificación, formulada abstractamente, produjo cientos de miles de muertos, torturas, violaciones, suposición forzada de identidades, enriquecimiento ilícito, secuestros extorsivos, endeudamiento, destrucción de la industria nacional, defraudaciones al fisco, con el correlato necesario a todas las libertades individuales que acciones semejante son capaces de socavar.

La historia del liberalismo, siempre acusador ante los gobiernos populares y siempre colaborador de los más atroces regímenes de violencia burguesa, se resume a garantizar las mejores condiciones de rentabilidad del capital financiero y la burguesía parasitaria aliada frente al sector productivo genuino. En tal sentido, las frases e intenciones de Grondona deben ser medidas bajo la objetividad que brinda una trayectoria y el compromiso ideológico explícito en su construcción discursivo, lo que no es más que una nueva negativa a aceptar la democracia como decisión de la mayorías.


A sucedido a menudo que  a una gestión de ve cuestionada por la alianzas de la fuerza política gobernante. Los adjetivos contra ese gobierno por al “impureza” de ese vínculo son variados; así, se dirá que el gobierno favorece a los “tibios”, los “corruptos”, “advenedizos”, “enemigos”, “conservadores”, “inútiles”.  La idea que se traslada desde la militancia más demandante hasta opositores (bajo el maquillaje de radicalización) pasa por alto la cuestión fundamental de quién ejerce el mandato popular: la acumulación de poder, instrumento necesario para llevar adelante con éxito las grandes disputas políticas. Es en esa instancia donde verdaderamente se descubre la vertiginosa complejidad de los conflictos públicos por sobre elevados razonamientos teóricos, con exigencias de resolución a veces inmediatas. He aquí la cuestión ligada a la metáfora del “embarramiento”, de “comer sapos”, y aceptar negociaciones y acuerdos de duración coyuntural para continuar avanzando hacia el objetivo inicial.

En Argentina, el poder político se mantuvo disperso durante buena parte del siglo XIX, cuando la oligarquía terrateniente disputó influencias a partir de la formación de milicias regulares contenidas y conducidas por un terrateniente carismático que podía incorporar al trabajador rural hacia un proyecto  democratizador y distributivo (Artigas, Peñaloza, Güemes) o para satisfacción de ambiciones político-económicas personales (Urquiza, Rosas, Estanislao López). Este tipo de liderazgo, afianzado en el personalismo y valores tradicionales, pareciera tener continuidades hasta nuestros días en la popularidad de gobernadores e intendentes, con formas poco democráticas pero electos (reiteradamente en muchos casos) por mandato popular. En los perores casos, al pobreza de las provincias carga también  con una conducta patrimonialista sobre lo público.

Ante la posibilidad de ofrecer  periódicas ayudas sociales, la seguridad del sustento inhibe la radicalización de sociedades vulneradas y perpetua la elección sobre las mismas opciones electorales. Al mismo tiempo, dependiente de los mecanismos de recaudación nacionales, los poderes provincial y municipal suelen aceptar, apoyar y coordinar propuestas y juicios de instituciones civiles y religiosas de cualquier tipo privilegiando la relación con grupos de presión por sobre el proyecto político nacional que deberían representar, bajo el cómodo pensamiento de que la responsabilidad de que los fondos públicos necesarios para administrar deben ser necesariamente recaudados por el Estado nacional. De este modo, la seguridad de la llegada de fondos públicos por coparticipación genera pasividad en los subniveles en cuanto a esfuerzos por actualizar o extender los tributos, por lo que las gestiones de personalidades con mayor posibilidad electoral suelen ser publicitadas por los medios de comunicación opositores a modo de cotejar diferencias con el “carácter confrontativo” de los ejecutivos nacionales.

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