Todo partido tiene una causa que lo justifica, siendo
ele elemento que motiva la adhesión del ciudadano y lo hace ser “parte” de esa
“partición” de la sociedad que ese sensible a determinadas demandas.
Esto, que puede parecer una verdad de Perogrullo, no
lo es tanto si consideramos la etapa en que se encuentra actualmente la Unión Cívica Radial,
institucionalización de un movimiento social argentino ligado a garantizar la
pureza del sufragio frente al fraude electoral practicado por el Partido
Autonomista Nacional, de perfil oligárquico. Desde allí se dio expresión al descontento
de la clase media -que aparecía como un fenómeno novedoso- y se persiguió la
idea de una sociedad dinámica en el marco de un liberalismo progresista en su primer
período. El espíritu de este partido, que ha variado en un movimiento
revolucionario, un incipiente populismo nacionalista (yrigoyenismo), una
reconciliación con la oligarquía (alvearismo), un nacionalismo social
(Lebehnson), un desarrollismo (Frondizi), una democracia social (Alfonsín) o neoliberalismo (De la Rúa ), necesita ante tanta
pluralidad de conversiones la vuelta hacia un programa que conforme a sus
afiliados y pueda volver a ser opción para la ciudadanía. Desde la crisis de
2001, que lo encontró como partido de gobierno, el radicalismo ha ido sufriendo
las consecuencias de no haber combatido la corrupción y el neoliberalismo (promesas de la campaña presidencia de 1999) al tiempo que no ha sabido acoplarse al
sistema político frente al gran protagonismo del kirchnerismo resultando sus
respuestas frecuentemente conservadoras y poco creativas, a modo de veto players (veto, acusación de
“cortoplacismo” y demagogia, denuncia de “falta de seguridad jurídica”, etc.)
El contundente triunfo de Cristina Fernández y la
baja adhesión a una fuerza política opositora para catapultarla como líder han
obligado al radicalismo a buscar fórmulas que encaucen al partido en la
construcción de un proyecto convocante. Han advertido así que el descontento
social es mucho menor del previsto y que el candidato más favorecido en las
elecciones de 2011, Hermes Binner, es quien ha hecho las críticas menos
furiosas entre los opositores.
Es así como actualmente podemos hablar de tres
corrientes internas:
-
La línea
Alfonsín - Gil Lavedra, que buscaría el reposicionamiento de la conducción
actual del partido buscando asumir la forma de un progresismo liberal
antikirchnerista y sería capaz de plegarse al Frente Amplio Progresista ana
condición de ocupar un rol protagónico. Es una línea fuertemente devaluada por
ser responsables del desprestigio de la
UCR que viró de una propuesta con matices progresista en el
Acuerdo Cívico y Social a la conformación de un acuerdo electoral de
centroderecha con Francisco De Narváez.
-
La línea de
Oscar Aguad, que promovería plegara al partido hacia una alianza de
centro-derecha con el PRO del intendente de la ciudad de Buenos Aires Mauricio
Macri. Esta posibilidad es muy mal vista por quienes rescatan el pasado
nacional y popular del radicalismo yrigoyenista, tradición que se vería
ofuscada teniendo en cuenta la relevancia que ha tenido para el partido la
lucha contra el orden oligárquico conservador.
-
La línea de Leopoldo
Moreau, que buscaría retomar el espíritu nacional y popular del radicalismo
originario, ha manifestado su apoyo a las políticas reguladoras y sociales del
kirchnerismo propiciando un apoyo crítico a ciertas medias. De todos modos, la
finalidad de Moreau sería renovar el programa y la dirigencia del partido. El 12 de septiembre de 2012, en el programa "Mañana más" (AM 890, Radio Nacional), fue consultado sobre las posibilidades de un acuerdo con el kirchnerismo, ante lo cual sostuvo que los movimientos populares tienen "enemigos comunes" y que el ex presidente Raúl Alfonsín pensaba en una confluencia entre quienes piensan parecido.
La posibilidad de debate y la variedad de corrientes
expone dos datos contundentes interrelacionados: no hay un liderazgo
indiscutible dentro de la UCR
ni una propuesta lo suficientemente atractiva para concentrar la adhesión del
electorado radical.
Si bien es cierto que en el electorado local -poco
dado a las confrontaciones- la espectacularización de las discusiones y
enfrentamientos que los dirigentes dan a conocer en los medios daña la imagen
del partido, la ciudadanía debería celebrar el conflicto que está presente
actualmente; es así que es válido destacar los niveles de democracia interna de
la institución que hacen posible emergentes creativos, la actualización
programática, la posibilidad de reconocer y superar los errores cometidos y
también la capacidad para cuestionar liderazgos, ideas y prácticas cuando estas
no se ajustan o corresponden con los fines previstos.
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