El 8
de febrero de 2012 la presidenta Cristina Fernández conferenció, acompañada de las
fuerzas políticas de la oposición, en un acto destinado a responder a la
escalada de improperios lanzados por el primer ministro inglés David Cameron.
El
evento era un compromiso inevitable, necesario para desbaratar hipotéticas
propagandas desde el Reino Unido sobre la “violencia populista” en que podría
incurrir un autoritario gobierno argentino, petrificando la cultura política
argentina en la nefasta década del setenta. Hacia falta la presencia de los
líderes de la oposición quienes, como dijo Fernández, al ser representantes de
los distintos sectores de la sociedad, reforzaban el carácter democrático y
compartido del reclamo.
Agradeciendo
a Augusto Rattenbach, hijo del también elogiado Benjamín Rattenbach, la
presidenta anunció la desclasificación del “Informe Rattenbach”, documento
célebre -aunque desconocido- elaborado
por un oficial del ejército sobre las irregularidades y responsabilidades en el
fracaso militar durante el intento de recuperación de las islas en 1982.
De
forma breve y concisa, Cristina Fernández arrojó un entramado conceptual que
define la política del gobierno sobre el tema Malvinas:
«Esto tiene que
ver con una de las políticas de Estado, pilares, que hemos sostenido a partir
del año 2003, y que es precisamente la de memoria, verdad y justicia; en este
caso agregaría estos tres valores del conjunto de la sociedad, el de democracia
y soberanía. Porque creo que estos dos conceptos: el de democracia y soberanía dan el exacto lugar que para nosotros tiene la
causa de Malvinas.
Democracia que es nada más y nada menos que los gobiernos
que surgen de la voluntad popular, expresados a través del voto libre y sin
proscripciones. Y ¿por qué? Porque esa es la primera soberanía, la
soberanía popular, sin esa soberanía no puede haber ningún otro gesto de
soberanía, hacia dentro o hacia afuera, de ningún gobierno.. Y esto es una
distinción muy importante para evitar confusiones acerca de desde qué lugar y
en qué lugar este Gobierno, y creo que la mayoría absoluta de los argentinos
coloca a la cuestión Malvinas.
Por eso seguimos
sosteniendo, y como lo hice ante la
Asamblea de Naciones Unidas, que no se puede achacar al pueblo argentino una decisión y basarse en
esa decisión para negarse a cumplir lo que ha ordenado Naciones Unidas, que
es sentarse a dialogar y negociar acerca de la cuestión de las Islas Malvinas.» (1)
El
argumento es claro: los gobiernos son soberanos cuando obtienen su legítima
potestad por medio de la soberanía popular, es decir, por medio del sufragio
que vuelve auténticos a los representantes elegidos. No hay soberanía posible,
reconocible, aceptable, sin la vigencia de la expresión ciudadana; esto es,
claro, la democracia. Por tanto, las acciones pasadas realizadas por el
beligerante gobierno golpista y militar de 1982 –como todas las realizadas por
las dictaduras militares- no pueden ser asumidas como auténticas expresiones
nacionales, ya que son indignas de la personalidad del Estado argentino al no
expresar acabadamente la voluntad del pueblo argentino. Frente a las constantes
amenazas de la población británica implantada en las islas y la retórica
agresiva del premier Cameron respecto de la intromisión sobre la “soberanía
británica”, la presidenta Cristina Fernández insiste en recordar la omisión de
la resolución 2065 de Naciones Unidas por el Reino Unido, tácitamente
demostrando la falta de compromiso del
gobierno británico frente a la comunidad y derecho internacionales.
Con un
profundo sentido republicano, el discurso presidencial ahondó también en la
política colonialista de la monarquía británica denunciando la depredación de
recursos naturales en la zona bajo el amparo de la posesión, que será reforzada
por la militarización en la zona, denuncia
que se formulará ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Práctica habitual del poder imperial, las campañas de demonización buscan crear
un clima de tensión que habilite en la población invasora un margen de consenso
lo suficientemente amplio como para avalar la acción militar. Al respecto, la
mandataria argentina fue contundente al denunciar el comportamiento del
gobierno de Cameron:
«Todo lo que hemos
resuelto entre los suramericanos fue con el diálogo y entre nosotros, sin
intervención de organismos internacionales. Ellos, en cambio, están
militarizando el Atlántico Sur una vez más. No podemos interpretar de ninguna
otra manera, por más buena voluntad que pongamos, el envío de un destructor
acompañando al heredero real, a quien nos
hubiera gustado verlo con ropa civil y no de militar.»
Expresión
de una Sudamérica unida respecto de una usurpación colonial, Argentina vuelve a
insistir en el reclamo diplomático de unos territorios que nunca ha dejado de
sentir como propios y arrebatados.
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(1)
Discurso presidencial, disponible en: http://www.casarosada.gov.ar/discursos/25694-acto-de-firma-del-decreto-de-desclasificacion-del-informe-rattenbach-palabras-de-la-presidenta-de-la-nacion
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