La presión del
contexto de la tríada especulativa (agroexportadores, industriales y
comerciantes) provocó interrogantes sobre la capacidad del equipo económico. En
estas circunstancias, el paulatino alejamiento, iniciado en 2011, de los realistas pragmáticos de la escena política
–es decir, de los políticos portadores de un especial conocimiento de las
inquietudes e intereses territoriales- ha venido a ser reemplazado por el
ascenso de los técnicos ministeriales en 2013, afines a los incondicionales ingenuos (adherentes con
escasa militancia territorial, partidarios de una democracia delegativa que deja
plena en plena confianza y responsabilidad –y soledad- a las decisiones políticas
en la figura de Cristina Fernández).
El debate transita
también una discusión sobre el futuro del kirchnerismo y el rol de las
identidades partidarias, ante una necesidad natural de toda fuerza política de
lograr una renovación dirigencial y generacional, y una necesidad ieológica de
dar una ruptura cuanto menos simbólica (en personas, en ideas) del Partido
Justicialista respectyo de los dañosos procesos neoliberales argentinos.
Siendo acusados
recurrentemente de verborrágicos y agresivos por la oposición, las gestiones de
Guillermo Moreno en Comercio Interior y Aníbal Fernández en Jefatura de
Gabinete habían introducido ciertos límites del gobierno nacional frente a los
formadores de precios y cuestionamientos políticos. Estas figuras, del
peronismo tradicional, contarían sobradamente con un carácter práctico para la
gestión, pero implicarían limitaciones en su capacidad de apertura para dar
nuevos sentidos al rumbo político y desarrollar un proyecto propio. Por sus
formas, la asociación a los comportamientos hostiles de la dirigencia peronista
del GranBA es un lugar previsible.
GENERACIONES. El ministro de Economía Axel Kicillof y el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires Daniel Scioli. |
En este sentido, se
advierte una notable diferenciación que gran parte de los sectores de centroizquierda
formulan sobre el gabinete nacional actual, en que predominan las críticas a
las decisiones sobre las decisiones, y las que se realizan sobre los ejecutivos
distritales, donde se cuestionan prácticas y relaciones poco claras o incompatibles.
Daniel Scioli, hipotético
sucesor a la presidencia, no arriesga demasiado y establece su base de apoyo en
el Partido Justicialista sin recrear aperturas transversales. Apuesta, en última
instancia, a la capacidad de convocatoria de un perfil tradicional del
peronismo, con los adherentes históricos alineados en subalternidad de una
dirigencia capaz de pedir “mano dura” y “distribución de la riqueza” de acuerdo
a las manipulaciones de la opinión pública. Bajo la democracia de audiencia
actual, apuesta a conjugar el encuentro litúrgico del pasado y el marketing
televisivo que hizo célebre a Francisco de Narváez o al bruto empresario agropecuario
Alfredo Di Angelis.
La cuestión es, en
definitiva, ¿cuánto puede arriesgar el peronismo, sin el kirchnerismo, ante el
recuerdo cómodo de la dirigencia en la década del 90´?
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