La elección de Bergoglio como
sucesor del saliente Benedicto XVI tiene una repercusión insoslayable en
Argentina. Más conocido por sus intervenciones políticas que por su labor
sacerdotal, ha asumido duras posiciones frente a los gobiernos de Néstor
Kirchner y Cristina Fernández, agravadas tras la sanción del matrimonio
igualitario. Esta trayectoria da lugar a que un importante sector del
kirchnerismo espere una convencía dura. Al mismo tiempo, las acusaciones de indiferente
a las desapariciones de los sacerdotes jesuitas Jaliks y Yorio permiten
interpretaciones que lo contemplarían como un sacerdote colaboracionista que
movido por inclinaciones ideológicas y presionaría
al gobierno con la posibilidad de
legitimar una fórmula opositora. En ese sentido, parte del peronismo
recuerda con preocupación el contexto que horadó al gobierno de su líder histórico.
No obstante, ha predominado la
espera y confianza de los adherentes al actual gobierno, siendo interpretados
los gestos de Cristina Fernández y el ex cardenal como señales claras de gestos
conciliatorios, que mal cayeron a las oposiciones políticas locales.(1) Es una
realidad que el ex cardenal ha expandido su área de gravitación hacia todo el
mundo católico, con una gran capacidad de hacer agenda sobre temáticas
soslayadas y urgentes, tarea en la cual Argentina puede desempeñar un rol de
digno cooperador.
El 17 de marzo, el periodista
Ricardo Ragendorfer publicó un artículo referido a la participación política
que el actual Papa habría desarrollado durante su juventud. (2) El texto
sostiene que Bergoglio habría sido un activista del nacionalismo católico, con
desempeño desde 1972 en Guardia de
Hierro, una organización inspirada en su homónima derechista húngara pero que
se permitía mantener un perfil ecléctico en la
idea de ser la más auténtica representación del peronismo juvenil. Sin
embargo, las acusaciones más graves con los grupos de la derecha están dadas en
las acusaciones que Horacio Verbitsky formuló en torno al secuestro de los
sacerdotes Yorio y Jáliks, quienes habrían denunciado alguna vez la
responsabilidad de Bergoglio, no sin retractarse en alguna oportunidad el
segundo. Los vínculos con el genocida Massera, que recibió el título honoris causa en la jesuita Universidad
del Salvador, son otro de los cuestionamientos que le pesan aún bajo versiones
que justificarían los vínculos políticos en las negociaciones de liberación de presos
y desaparecidos en la dictadura.
El sociólogo y director de la
Biblioteca Nacional Horacio González tampoco fue ajeno al hecho. En reuniones de la asamblea del grupo de
intelectuales “Carta Abierta” y a través de un artículo en el diario Página/12,(3)
expuso una serie de argumentaciones dando constancia de su preocupación ante el
despliegue de un poder populista conservador desde el Vaticano, amenazante al
punto de “encuadrar lo popular”, en una manipulación susceptible de disputar la
dirección de los pueblos. El análisis de González pareciera estar destinado a
mantener una prudente distancia del reciente Papa, a la espera de obras que
permitan juicios objetivos sobre su labor, manteniendo al mismo tiempo una
prudente defensa de la autonomía de la política.
Cristina Fernández pidió
tácitamente a sus seguidores no
tuvieran gestos negativos hacia Francisco I, en el respeto a la Iglesia
Católica Romana y las posibilidades de llegar a acuerdos. La oposición celebró
en forma inmediata la asunción del cardenal.
Pese a las diferencias
públicas expresadas desde su función
cardenalicia, los problemas financieros y las acusaciones de pedofilia que
jaquean la credibilidad del catolicismo son asuntos que demandarán una
actividad intensa y permanente, respuesta esperable a las expectativas
institucionales. Del mismo modo, no debería menoscabarse una lectura de
Bergoglio de la situación y las posibilidades de hacer historia produciendo
cambios esperados, existiendo condiciones oportunas que alientan esas
perspectivas.
Las dudas sobre el
entrecruzamiento posible entre el poder espiritual y el poder temporal son
legítimas, (4) alentadas por la experiencia reciente. Pese a ello, la situación
actual advierte de un período de comunicación y apertura cuya ratificación o
ruptura se expresará en los posicionamientos del pontífice hacia fines del
presente año, cuando arribe a nuestro país.
Notas
(1)
“Para la oposición, es un giro
"hipócrita"”, La Nación, 21/3/2013.
(2) “Guardia
de Hierro: la organización peronista en la que militó Francisco”, Tiempo
Argentino, 17/3/2013,
(3) “¿Un
Vaticano peronista?”, Página/12, 19/3/2013.
(4) "El PAPA Francisco viene a disputar poder social", por Julio Gambina, en http://juliogambina.blogspot.com.ar/2013/03/francisco-i-viene-para-disputar.html
(4) "El PAPA Francisco viene a disputar poder social", por Julio Gambina, en http://juliogambina.blogspot.com.ar/2013/03/francisco-i-viene-para-disputar.html
Dejennos a los católicos que elijamos a los que queremos, que demasiado que tenemos que aguantar a este gobierno!
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