sábado, 18 de enero de 2014

La doble moral del socialismo francés

Desde inicios de la semana, el otrora orgulloso pueblo francés, que supo ser violento como la guillotina y arrogante promotor de la igualdad de os hombres por mandato del derecho natural, se ha visto conmovido por una situación nada cercana al espíritu de la comuna revoltosa: su presidente, el socialista (socioliberal) Francoise Hollande confesó finalmente su infidelidad y su romance con la actriz Julie Gayet.
La noticia recorrió el mundo y abarcó distintos noticieros. Sin embargo, un impacto menor tuvieron –según testimonia el enviado especial del diario Página/12, Eduardo Febbro- los otros anuncios del mandatario francés el martes 14, en la nueva relación entre Estado y burguesía.
Es así que, de aquí a 2017, se eliminarían las cotizaciones familiares para las empresas y los trabajadores independientes, lo que permitiría economizar a las empresas 5.300 millones de euros, en una medida (hipotéticamente) dirigida a ampliar los puestos de trabajo. Seguidamente, otra serie de anuncios deja poco margen para casualidades: la afirmación de emprender una “lucha contra el fraude a la seguridad fiscal”, la “simplificación de la política impositiva” y la “disminución del gasto público” refieren a una política de decrecimiento de la función estatal y una concesión al sector productivo.
Dada esta coordinación Estado-empresarios, la posibilidad de un vuelco en el gobierno está dada en la posibilidad de convertirse en una alianza flexiibilizadora anhelada por la oposición de derecha, que ha contado con el rechazo del sindicalismo. Por supuesto, sabrán los trabajadores si la iniciativa es válida ante una retracción de los puestos de trabajo o si se trata de otra nueva cooptación del Estado.
También es preciso recordar que otros episodios ligados a decisiones del mandatario revistieron menos interés que el frívolo affaire de Hollande. Así, la masacre sobre la población libia para destituir a Muammar al Gaddafi en 2011 promovida junto con Estados Unidos y Gran Bretaña, o la invasión a Malí en 2013 luego, no ameritaron ninguna reflexión sobre  la patética nostalgia hacia el pasado imperial francés.
Penosamente, el intervencionismo criminal o la afirmación militar en el club de los segundones subsisten con influjo napoleónico, en tanto el Antiguo Régimen continúa modelando la moral popular, herido ante el vejamen del presidente infiel y la caprichosa sanción del matrimonio igualitario.



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