Finalmente y tras un largo proceso de de
deliberaciones, la expansión del sufragio a partir de los 16 años obtuvo la
sanción necesaria el 31 de octubre
El joven
habilitado a votar es un nuevo sujeto político de características y demandas imprevisibles.
Surgido en una época con mayores oportunidades de desarrollo formativo que sus progenitores,
es capaz de dar lugar a la conformación de una nueva agenda pública,
especialmente en materia de participación en la educación o el rol de las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación. .
No se
menciona tampoco que a los 16 años los jóvenes son imputables penalmente, a
veces conducen automóviles, desarrollan con libertad su sexualidad y tienen acceso
al consumo de drogas legales, todos ellos derechos con una alta incidencia
pública.
El miedo a lo
nuevo es una característica de todas las sociedades. El mundo adulto que
encarna el cuestionamiento a los jóvenes mantiene aún su silencio sobre su participación
y omisión en materia de la cultura nacional que dio origen a los ciclos
autoritarios, a la persecución política e incluso la Guerra de Malvinas.
Se suele
hablar también de la inexperiencia y manipulación a que pueden ser sometidos,
menoscabando la importancia del entrenamiento en materia de participación que
puede volverlos ciudadanos más entendidos, siendo mejores electores y con mayor
compromiso respecto a este nuevo derecho.
También se
desprecia el campo de ideas que los jóvenes han ido formando en los últimos
años, en un proceso de politización permanente de la sociedad que
inevitablemente los ha influenciado de alguna manera, no obstante que muchos
adultos aún carguen con el modelo de joven escéptico o vandálico. El rol de los
estudiantes en la Capital Federal ha demostrado sobradamente la construcción de
la autonomía en tanto lugar de crítica, debate y acción directa, a modo del
gremialismo tradicional, en defensa de la educación pública y mejores
condiciones edilicias.
Esta decisión
política, un hito que probablemente será recordado como la Ley Sáenz Peña o el
voto femenino, es una gran nueva expansión de derechos políticos que
viabilizará no sólo una mayor democracia sino también una mejor democracia.
Implica una participación de mayor población para resolver los problemas de su
entorno y encauzar demandas por fuera de la agenda.
El temor para
los conservadores resulta así no tan fundado como evidente: los pibes avanzan.
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