viernes, 26 de octubre de 2012

Néstor Kirchner, la voluntad hacia lo imposible



En los últimos treinta años, asistimos al fracaso de perpetuación de la tiranía de un poder cívico-militar que destruyó la economía y el tejido social, un proyecto socialdemócrata dirigido desde el radicalismo carente de iniciativas audaces y debilitado por la inflación permanente de precios hasta la ofensiva del neoliberalismo durante los gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa que terminaron por generar la crisis social de 2001. En definitiva, un período de pérdida de soberanía en la sumisión al mercado a través de los organismos financieros internacionales.
Paradójicamente, la sumisión al capital financiero trasnacional y la impunidad de los golpistas de 1976 marcaron una nueva etapa de la historia argentina,  consolidándose un capitalismo concentrado a través de la operación genocida aplicada en la desaparición sistemática de personas. Es así que la acumulación de riqueza de unos pocos grupos económicos (territorio de la élite golpista) conocidos como “capitanes de la industria” fue celosamente custodiada por el aparato represivo estatal.
Néstor Kirchner ha sido una de las apariciones más deslumbrantes de América Latina. Con un anclaje territorial en el Partido Justicialista, una organización política íntimamente ligada a los derechos sociales y a la defensa de clase trabajadora pero que desde la década del 70 se había visto cooptada por sectores reaccionarios, Kirchner en 2003 era un gobernador santacruceño, apenas una propuesta apurada del presidente Duhalde tras la muerte de dos militantes sociales en la represión de una protesta social.  Siendo segundo en la votación y al no presentarse su rival Carlos Menem al ballotage, Néstor Kirchner asumía la presidencia con apenas el 22% de los votos, condicionado por la situación administrativa y la propia estructura partidaria.
La Argentina a gobernar estaba altamente fragmentada. La traición del radicalismo de la Alianza  en cuanto al abandono del modelo neoliberal y la pauperización de las condiciones de vida derivaron en un fuerte descreimiento de la política y en propuestas de representación alternativas; de este modo, las calles son tomadas, surgen los cacerolazos (protesta de ahorristas que vieron vaciados sus fondos de los bancos), las asambleas populares e irrumpe el fenómeno de los piqueteros en la Capital. Acompañan estas demandas sociales los distintos movimientos de derechos humanos, cuyo compromiso siempre ha trascendido a la recuperación de la memoria histórica.
Esta situación se  revertiría claramente durante el gobierno de Néstor Kirchner en dos aspectos:
-        En lo económico, la negociación de la deuda y el rechazo al ALCA en la Cumbre de la Américas de 2005.
-        En lo político, la declaración de nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final  (2003) y de inconstitucionalidad de los indultos (2006) abrieron camino al juzgamiento de las graves violaciones contra los derechos humanos en la apertura hacia una democracia plena.
El liderazgo de Kirchner supo reunir a un conjunto de demandas que parecían imposibles de concretarse: soberanía económica, integración latinoamericana, defensa de los derechos humanos y revisión de la identidad cultural. Es en una renovada política desde el Estado nacional donde se hizo posible que la transversalidad de las demandas se aunaran en un proyecto político nacional y popular que se ha convertido hasta el día de hoy en el símbolo de la resistencia argentina al regreso del neoliberalismo y de la atomización de los pueblos latinoamericanos.

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