lunes, 29 de octubre de 2012

Debate entre Eduardo Jozami y Sergio Bergman en 678


Fuerte cruce sobre los conceptos de protesta social en el programa de la TV Pública Regional.

El 2 de septiembre de 2012, el programa de televisión 678 volvió a dar otra vez un interesante debate, en este caso entre Eduardo Jozami y Sergio Bergman.
Eduardo Jozami es profesor titular consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y profesor del Posgrado en Historia de la Universidad de Tres de Febrero. Luego de haber desempeñado diversos cargos legislativos e integrado el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, es actualmente director del Centro Cultural de la Memoria que funciona en lo que fuera el centro clandestino de detención de la ex Escuela de Mecánica de la Armada.
Sergio Alejandro Bergman es un rabino reformista, activista social y político argentino. Bergman se desempeña como rabino de la Congregación Israelita de la República Argentina. Es presidente ejecutivo de Fundación Judaica y presidente de Fundación Argentina Ciudadana, como también director ejecutivo de Red de Acciones e Iniciativas Comunitarias por la Empresa Social. Tras acercamientos con la polémica dirigente Elisa Carrió, en 2011 Bergman se postuló para el cargo de Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por un espacio político independiente, pero poco tiempo después declinó su candidatura para encabezar la lista de diputados de la fuerza política liderada por el centroderechista Mauricio Macri.
Bergman, lejos de disgustarse como su líder de la protesta social en las calles, defendió la toma del espacio público argumentando que así se lograría una mejor democracia, una clara ironía sobre la recurrencia de las concentraciones kirchneristas como expresión de apoyo a la presidenta Cristina Fernández. Sin embargo, como bien advierte Jozami, las consignas de los autoconvocados kirchneristas jamás han sostenido el discurso radicalizado y antidemocrático de los caceroleros. Lo penoso del episodio que los dichos de Bergman expresan la tranquilidad de una derecha que se cree capaz de organizar y convocar a nuevas iniciativas destituyentes, acciones que aún siendo expresión de uan ínfima minoría lesionan la confianza sobre a gobernabilidad de la presidenta y, por ello mismo, el poder político legítimamente constituido.
Bergman sugirió la necesidad de lograr equilibrios de convivencia en el sistema político argentino, aún omitiendo que las principales víctimas de las anomalías institucionales preexistentes a 2003 han sido lo sectores críticos que los intereses que giran en torno a la alianza electoral PRO reprimió severamente; aún más, no ha sido el kirchnerismo sino sectores opositores los que han incitado a la desobediencia civil, a la destitución del gobierno e incluso a la muerte de un funcionario. Dicho de otra manera y pese a las denuncias de los medios concentrados, las fuerzas kirchneristas no sólo no constituyen una milicia regular sino que jamás han incitado a la violencia política como si lo han hecho sectores detractores, que aún no han podido comprender que su mayor debilidad en su encerrona a adherirse a un paradigma extremo como el neoliberal, en una caída libre hacia un abismo cuya profundidad aún desconocemos.
Las palabras de Bergman sobre la apropiación del espacio público disciernen respecto de las de su jefe político Mauricio Macri, quién a a través de declaraciones públicas y mediante un organismo creado ad hoc (UCEP), ha demostrado una preocupación por el disenso ético, estético y político de una estructura de pensamiento neoconservadora. Además, con su argumentación asimila a “protesta social” (entendida como iniciativa de peticionar  ante las autoridades ante una situación de emergencia o la vulnerabilidad repetida por la ineficacia institucional de derechos legítimos) al rechazo del signo político de turno.
En vísperas de la anunciada marcha opositora del 8 de noviembre, las palabras de Bergman justifican los cacerolazos del 13 de septiembre y expresan el descubrimiento de la derecha argentina del elemento de la movilización, ante el cual proyectan desafiar la legitimidad del actual gobierno nacional a través de las quejas radicalizadas que expresan justamente el autoritarismo que pretenden denunciar, resignación quizás de construir una alternativa política representativa y con peso electoral.
Vea el debate en:





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