Una de las grandes inquietudes que
familiares y organismos de derechos humanos han tenido a lo largo del período
democrático iniciado en 1983
ha sido el silencio de los responsables de aquella
modalidad genocida que tristemente se hizo conocida como desaparición sistemática
de personas. Inesperadamente, las recientes confesiones del dictador juntista
Jorge Rafael Videla aportan un valioso material para ahondar la investigación sobre
la trama oculta al interior del gobierno militar.
Hasta las
declaraciones de Videla, las frases de los jerarcas Antonio Domingo Bussi y
Luciano Benjamín Menéndez. Durante los distintos n procesos que han afrontado,
coincidieron en que participaron de una “guerra sucia” contra el “marxismo
internacional”, que “grupos terroristas” habrían usado la violencia para “socavar
el orden democrático” y “alterar nuestros valores occidentales y cristianos”
del “ser nacional”. Los juicios a los genocidas serían así “la primera vez que
un país juzga a su ejército victorioso”.
Sorprendía
hasta el momento la ausencia de un relato que contemplara la participación de
civiles en el genocidio de período 76-83 (por ejemplo, de los llamados “capitanes
de industria”, grupos económicos favorecidos por las políticas de los golpistas),
claramente en desmedro de Pymes y del mercado interno, revelan que el retroceso
de la distribución y el ingreso a un acechante paradigma económico (el
neoliberalismo) necesitaban de la instrumentación de un sofisticado aparato
represivo para eliminar el avance de proyectos socializantes y restringir al máximo
la protesta social.
La contundentedeclaración de Videla a Ceferino Reato para su libro Disposición Final revela la singular importancia que revestía para
la dictadura un cambio de modelo económico y disciplinamiento social, con
empresarios que habrían reprobado la falta de diez mil personas más. No es un
dato para soslayar que el nombre del último acto del 24 de marzo llevaba por título
“Los grupos económicos también fueron la dictadura”. Las empresas papelera y
azucarera Ledesma y la cementera Loma Negra estarían siendo particularmente
investigadas por episodios de desaparición que parecen manifestar una alta complicidad
de su personal administrativo. A modo, de ejemplo sobre la actualidad de los
procesamientos judiciales en Argentina sobre desaparición sistemática de
personas Alberto de Arriba, en su artículo “La conspiración de los Chicago Boys”,
describe la existencia de conspiradores civiles, como el abogado de
multinacionales Jacques Perriaux, quién aportó a los golpistas gran parte del
funcionariado. Entre otros:
Ministro
de Economía: Lorenzo Sigaut, Alfredo Martínez de Hoz.
Jefe de asesores del
Min. De Economía: Luis García Martínez
Secretario
de Agricultura: Mario Cárdenas de Madariaga
Ministro
de Comercio e Intereses Marítimos: Roberto Viola, Carlos García Martínez.
Secretario
de Energía: Guillermo Zurbarán
Secretario
de Hacienda: Horacio García Belsunce
Siempre
generó asombro el silencio de los condenados militares, ya que la fuerte
sospecha de civiles en las sombras revelaba claramente una estrategia por la
cual los únicos perjudicados serían los feroces represores dada a altísima exposición
durante el proyecto plasmado en los seis años posteriores al golpe ¿No llegaría
el momento en que aquéllos se sentirían utilizados, y en un arrebato emocional,
condenarían a quiénes actuaron como sus mandos por fuera de la institucionalidad?
¿sólo les cabría el lugar de “malos de la película”, cuando los beneficiarios
de la represión se mantendrían en el privilegio de una situación social holgada
y en la impunidad? Con las declaraciones de Videla se percibe un fuerte quiebre
de la alianza cívico-militar, que quizás viabilice conocer y comprobar
judicialmente la participación civil de quienes, participes en la planificación
de la concentración económica, dependencia, genocidio y desesperanza, podrían
ser los auténticos responsables intelectuales de la cadena de horror del período.
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