viernes, 6 de abril de 2012

“El poder seduce”. Aproximaciones a una comprensión de la erotización de la campaña electoral en Rusia.


La campaña electoral del partido Rusia Unida, que en las recientes elecciones del 4 de marzo culminó consagrando una vez más a Putin por el 63,6% como máxima autoridad de la octava potencia mundial, causaron el asombro de observadores occidentales al ver como la publicidad del partido de gobierno habría optado por la despolitización de las demandas públicas y la frivolización a partir de la utilización de los cuerpos de jóvenes promotoras.

El tiempo de campaña es sin lugar a dudas el tiempo de mayor incomodidad de los gobiernos de turno. Pese a los éxitos capaces de obtener en tiempo reciente y la multiplicidad de obras públicas que puedan iniciarse, saben que inevitablemente la oposición buscará obtener rédito a través de la ineficacia, postergaciones y errores que el gobierno haya cometido. No en vano muchos asesores de campaña recomiendan no presentarse a debate a quienes gobiernan, ya que una respuesta poco convincente frente a una gran acusación podría mover las adhesiones de un candidato a otro; en la ausencia del candidato, todo cuestionamiento a quien gobierna se hace relativo, ya que se sabe que la política suele estar enviciada de la abundancia de gestos y denuncias, por lo cual todo discurso pierde verdaderamente contenido al desgastarse en meras probabilidades. Por el contrario, quizás ese espectador asuma desprecio por quien se refiera en tono peyorativo a sus adversarios, “ensuciando” a una persona que no está presente (aún teniendo en cuenta que todos los candidatos habían sido invitados).
Bueno, ¿cómo entonces relacionar esta mención del “tiempo de campaña” con la campaña de Putin y el reciente “destape a la rusa”? La respuesta es sencilla: esconder bajo el impacto visual aquello que se resiste: hablar sobre los problemas y el futuro de los rusos.
Señala el diario El Mundo del 18/7/2011:
“ …notable ha resultado, no obstante, la apelación que se hace en un vídeo colgado en el blog de Kirill Schitov, un diputado ruso en la Duma (Parlamento) moscovita, en el que una hermosa jovencita rusa declara que se 'desgarra por Putin'. En lo que defiende como un acto de fervor a favor del primer ministro, la joven hace un llamamiento a todas las mujeres para que se desgarren su camiseta y muestren sus senos por Putin.
En el vídeo, la joven 'Diana' explica que es una estudiante y que está "loca por la persona que cambió la vida de nuestro país. Es un político muy capaz", dijo la narradora. "Es un chico moderno. Es Vladimir Putin". (1)

La publicitación del personaje de Diana, Xenia Seleznyova y similares no podría ser entendido bajo estructuras comunicacionales previas a la expansión y mediatización de la vida social a través del fenómeno de Internet, especialmente a través del fenómeno de la militancia virtual que se realiza en las redes sociales, donde la membresía al canal se transforma en una posibilidad constante de creación de noticias, información, comunicación pero también de narcisismo. Veamos, ¿por qué Diana debe apelar a hacerse conocer y declarar que va a apoyar a Putin? La utilización de publicitarse tiene un contenido claro: en una Rusia que goza con estabilidad –aunque no con prestigio político-, Diana representa a una pretendida “talentosa beneficiada del modelo”: joven, exitosa, bella, moderna, decidida, simplificación de la imagen que el gobierno de Putin quiere para la Rusia post-soviética. El mensaje podría sintetizarse de esta manera: Si desde ese lugar de poder, con un plexo de libertades ganadas por  un pretendido mérito individual, Diana elige mostrar los senos por Putin, ¿por qué usted, que es una mujer anónima, no se suma a esta lucha por nuestro presidente? El discurso apela además a los sectores subalternos que pueden encontrar aval en la invitación de un sector socialmente valorado. Tampoco es clara la relación entre exhibición del cuerpo y proyecto político, ni en donde reside verdaderamente la autoridad de Diana para proyectar su mensaje a hipotéticos adherentes de Putin. Al respecto, vale tener en cuenta las palabras de Valeria Fernández Hasan, analista de medios, acerca de que        
“En cuanto cuerpo como objeto sexual, se ponen en pantalla mujeres hermosas, delgadas, bellas y jóvenes, acompañadas de ciertas indumentarias que destacan aún más su anatomía. Estas figuras se emplean para anunciar numerosos artículos (el sector automovilístico registra el porcentaje mayor de denuncias por publicidad sexista con el 47%, luego aparece el alimenticio con 8%  y las bebidas y los cigarrillos con 7,3%) que no necesariamente tienen que ver con la imagen que vemos.” (2)
Con lo cual, la publicidad política tendría semejanzas con la tradicional publicidad comercial, donde la imagen se estimularía a partir de una serie de representaciones sociales ya establecidas y que se volverían legitimadas en la elección de determinados productos. (3)
Una de las apreciaciones más notables que puede extraerse de esta publicidad electoral es la ambigüedad del rol femenino. ¿Qué rol asumen verdaderamente? ¿asumen un comportamiento pasivo o activo? No es fácil discernir respecto de la cosificación de la mujer entre la “venta del cuerpo” que realiza la prostituta (y la promotora paga de campaña) y la liberalidad de una autonomía de género que lleva adelante un goce y ofrecimiento del cuerpo en forma pública. En este sentido, queda manifiesto un importante comportamiento voyageur  en el contrato entre el observador y la manipulación del actor, que sabe que inevitablemente su belleza es capaz de cautivar, inmovilizar y manipular al transeúnte. Esto se vuelve patente cuando son las mismas jóvenes quienes deciden frente a un grupo de hombres que deben hacer y que no (por ejemplo, prohibiéndoles beber alcohol) o tomando otro tipo de intervenciones en la vía pública (como lavar autos, por ejemplo). Opera aquí una doble cosificación: la belleza, revestimiento natural de un ser humano, opera como poder frente a otro al punto de ridiculizarlo y lo domina pero, del mismo modo, el hombre sólo desea aquello que materialmente ve, una formación natural independiente de un desarrollo o logro personal, y no un ser en sí. Sin embargo, puede señalarse una estrategia clasista y sexista de explotación del cuerpo femenino bajo la forma de erotismo o formas subliminales.

Desde una perspectiva occidental, la asociación de los conceptos de “libertad” y “sexualidad”  son casi inalienables, al punto tal que el acto concebido como más humillante es la violación sexual, es decir, el sometimiento del cuerpo por medio de un ejercicio coactivo por parte de un actor sádico activo. La disposición autónoma del cuerpo es considerado -además del ejercicio de un derecho- un símbolo de libertad que sirve como efecto de demostración frente a las limitaciones a que son reducidas las mujeres en otras culturas.
Un análisis más riguroso exigiría analizar en campo que repercusiones tendría la reproducción de estas exposiciones de los cuerpos llevadas adelante por una joven en una familia media rusa. Lo cierto es que la sociedad rusa carga con la reputación de haber conservado férreamente ciertos valores culturales dada la suspensión de intercambios con el mundo occidental durante la Guerra Fría, llevando adelante una “modernización” social ciertamente incompleta, con una sociedad civil que, si bien ha tenido que someterse al reciente capitalismo y sus iniquidades, desconoce aún de miras más amplias que su misma supervivencia. Esta prioridad que significa la comida diaria anula por completo la posibilidad de mayores demandas de bienestar y democratización. De este modo, el paternalismo, la rígidez y la jerarquía del pater familiae ruso tendrían aún una continuidad sorprendente.
El período de Putin parece reflejar en cierta medida la continuidad con el Estado soviético: dirigido por un hombre que conoce de la defensa y seguridad del Estado (nada menos que un ex agente, casi un James Bond  del período rojo), Rusia ha sostenido paulatinamente pero sin retroceso un re-empoderamiento, asoma como país emergente y se muestra dispuesta a dar lucha para ser parte de la “mesa chica” en que se tomen las decisiones mundiales, elementos indispensables para llenar un orgullo nacionalista perdido tras la caída del Muro de Berlín.  Este “factor orgullo” de los rusos probablemente pase por alto mayores ambiciones como las promesas de mejoras en la calidad de vida dadas por la oposición, optando por seguir el mismo rumbo en la conformidad del progreso y la estabilidad.
Es inmediato pensar “que bien estarán los rusos que mientras Europa se halla envuelta en una crisis de características impredecibles, ellos no hacen más que disfrutar del espectáculo del cuerpo de sus más hermosas mujeres”. Se omite la conflictividad social, el discurso propositivo e incluso la queja, mostrándose una sociedad que tiene bienestar y tiempo de ocio para divirtirse en una jerga repentina picaresca. Sin embargo las cosas no van tan bien, y eso quizás tenga una sencilla explicación: ante las noticias permanentes que muestran a Rusia con una sociedad civil empobrecida, una clase media débil pero permanentemente demandante, una disputa encarnizada entre las élites compuestas por los llamados “oligarcas rusos” frente a la vocación de poder del funcionariado burgués nacionalista y la asimetría de género, predominó quizás el intento de un publicista de minimizar las tensiones nacionales, aunque sectores del oficialismo ruso echaron a correr el rumor de que estas iniciativas desde la sociedad serían organizadas por la oposición a modo de desprestigiar al gobierno ruso por frívolo. Sin embargo, no fueron desmentidas por las altas esferas del gobierno. 
Probablemente, un intento de apaciguar un país notoriamente influyente en el tablero político mundial, quizás bajo la certeza de que las tensiones volverán a presentarse.  Simplemente, la estrategia de no hablar de política y apelar a las emociones del sentido común de discurso dominante.
  
APUNTES.
 (1)   “Enseñe sus tetas por Vladimir Putin”, diario El Mundo del 18/7/2011. http://www.elmundo.es/elmundo/2011/07/18/internacional/1310975083.html
(2)   véase “Estudios comunicológicos y Estudios  de Género: La relación público/privado en los medios de comunicación”, de Valeria Fernández Hasan, Revista Quorum Académico, Vol. 3 Nº 2, julio-diciembre de 2006, Universidad de Zulia.
(3)   Veáse “Análisis del discurso de la promoción mundialista de la franquicia de Playboy TV Latinoamérica”, de Carla Romero Almeyda, FLACSO-Ecuador, Programa de de Estudios de la Comunicación convocatoria 2009-2011.

1 comentario:

  1. Qué extraña esta faceta de los rusos, más cuando son un país respetado del BRIC. Jamás me hubiera imaginado que pasaran esas cosas allí.

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