viernes, 2 de marzo de 2012

Los pasos necesarios

«Voy a decir qué son los matices en política. Si se los maneja con corrección no aseguran el triunfo, pero evitan el ridículo, la derrota y hasta, a menudo, la muerte. La norma es: en política, si hay que dar tres pasos hay que dar tres. Es tan equivocado, tan –usemos esta palabra- reaccionario, dar uno como dar cuatro.  La izquierda prerrevolucionaria siempre da cuatro. O cinco. Y termina ganándose la secreta satisfacción de la derecha. Y jugando en contra de los que dieron los pasos que había que dar: tres, sólo tres, nada más, nada menos que tres.» (Néstor Kirchner en FEINMANN, JOSÉ PABLO. (2011) El Flaco. Diálogos irreverentes con Néstor Kirchner, Editorial Planeta,  Buenos Aires, 2011, de Daniel Ramón Ríos, ISBN 978-950-49-2549-1, p. 28)


Una reciente sucesión de acontecimientos en el escenario nacional ha replanteado adhesiones al proyecto kirchnerista, antes asimiladas como inmodificables en tanto viabilización de una radicalización del modelo que generará la distribución de la riqueza sobre la base de un proyecto industrial de liberación nacional.

Cuatro hechos son los que colocan al gobierno nacional en una situación incómoda frente a grupos de adherentes ligados al centroizquierda:

  • La sanción de la Ley Antiterrorista, que ha generado presunciones de que el gobierno nacional viraría su posición permisiva hacia la protesta social autorizando la represión de trabajadores despedidos, grupos pauperizados o la protesta ambiental;
  • La continuidad del modelo minero neoliberal, fundado en un modelo extractivo predador basado en la minería a cielo abierto, con alta contaminación y escasa participación del Estado en rentas;
  • La presunta existencia del llamado “Proyecto X”, que consistiría principalmente en la observación y recopilación de datos de grupos de protesta social, que habría operado en los despidos de la empresa alimenticia Kraft;
  • La penosa tragedia de Once, que con un costo de 51 muertos retrotrajo los cuestionamientos hacia el Estado en los controles del transporte y la vigencia del sistema de subsidios.

Se presentan así una diversidad de interpretaciones en interferencia, desde la comunidad de los espacios,  en los que aparecen las preguntas sobre las adhesiones a un modelo que ha sabido resistir los embates de poderosos grupos de presión, y cuya construcción ideológica se ha basado en la realización  de obras por sobre una retórica declamativa de  principios que vuelvan previsible una acción de gobierno.  La ausencia de certezas sobre una profundización del rumbo a sostenerse por medio del gobierno nacional ha despertado dudas en adherentes y violentas arremetidas de una oposición desprovista de ideas pero con un enemigo claramente delimitado, capaz de darle unión en su odio. Proyecto Sur, por ejemplo, se coloca como “punta de lanza”  colocándose retóricamente a la izquierda del gobierno para degradar la credibilidad del kirchnerismo en sus adherentes izquierdistas quienes, identificados en una  idea de “profundización del modelo” auspiciosa, entendieron que la radicalización del modelo basada en la puja militante frente al capital multinacional provocaría revisiones de políticas y apoyos que guiarían una presencia estatal capaz de tomar las iniciativas para la estatización de los recursos, habida cuenta de la cercanía de los procesos bolivarianos que han constitucionalizado la propiedad nacional de los recursos.

¿Ha sucedido acaso que la sociedad se ha puesto a la izquierda del Estado?,  ¿que está en debate el modelo de Estado? Está última opinión ha sido sostenida por Luis Tonelli en el programa radial “Alicia en el país de las Maravillas” del 29/2/2012 (Del Plata). Se trataría de que, habiendo salido el país de la crisis de 2001, el mejoramiento de las condiciones habría guiado hacia una mayor exigencia de la calidad y eficacia de los servicios, con lo cual la tragedia de Once revelaría la vigencia de condiciones ajenas por degradantes para la actual etapa del país. 

En todo ello hay algo de cierto. El concepto de profundizar el modelo no ha sido claro, y existen quienes entendieron que los reclamos en Catamarca podrían haber sido interpretados favorables al kirchnerismo al permitirle en las movilizaciones la presión para impulsar modificaciones a la política minera que aumentarían su capital político. La protesta fue menoscabada por el gobierno nacional, pidiendo “discutir la minería en serio”, al tiempo que los argumentos de la gobernadora Corpachi en el programa oficialista “678” no resultaron convincentes y hasta hubo panelistas que cambiaron de posición frente a situaciones similares.  Además, desde el proyecto peronista la industrialización y la posesión de los recursos estratégicos han sido deseos que se han ido postergando ante la afinidad oligárquica de los gobiernos militares, la ausencia de una burguesía nacional comprometida  y la entrega menemista de las empresas del Estado.

Sin embargo, parece difícil considerar que la sociedad se ha puesto a la izquierda del gobierno. Para ello, basta considerar los resultados de las recientes elecciones de 2011.

  • Asentamiento de la derecha conservadora en las provincias. En las provincias hubo una ausencia de renovación política. Se mantuvieron los antiguos gobernadores, y en el mejor de los casos el reemplazo estuvo dado por el miembro de una dinastía.
  • Postergación del proyecto neoliberal en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Macri obtuvo en las elecciones el 47,8, prácticamente veinte puntos luego de Daniel Filmus (27,78). El ballotage posterior sólo sirvió para consolidar la tendencia aplastando por el 64,2% al candidato del kirchnerismo.

Las excepciones a este predominio de la derecha estarían dados quizás en las elecciones presidenciales, donde las dos principales ubicaciones correspondieron a candidatos en que se reconoció seriedad y gestión. Aún así, el débil protagonismo de Binner, opacado mediáticamente por figuras nacionales de fuerzas de perfil más confrontativo con el oficialismo, permiten pensar que el la adhesión lograda estuvo dada en la utilización responsable del discurso mediático desde el cual, no obstante, no llegó a formular un discurso claro y aleccionador. En tanto, la agitación mediática alentada hoy por Proyecto Sur (fuerza con nobles banderas pero con un comportamiento político lindero entre la bajeza del oportunismo, la mezquindad y la funcionalidad al cuerpo opositor) contempla un discurso estatizante y ambientalista que los opositores hacen suyo sólo coyunturalmente como presión política para desgastar la administración de Cristina Fernández.

De este modo, en esta situación de debilidad, el jefe de gabinete de la CABA Rodríguez Larreta cuestiona desde el PRO al presunto Proyecto X cuando el gobierno del que forma parte ha perseguido, desalojado y agredido a linyeras y ocupas sin otra negociación que la violencia física de la UCEP;  su jefe político, Mauricio Macri, reclama federalismo y descentralización simulando pesar en la tragedia de Once pero continuando en la negación de hacerse cargo de los servicios que a la Ciudad le compete prestar y la negligencia de los controles en la ciudad provocaron muertos en derrumbes de edificios del territorio que administra; Pino Solanas incentiva la protesta social y la estatización de recursos, cuando su fuerza política no superó el piso electoral para presentarse a elecciones generales, con lo cual no tuvo ni siquiera la posibilidad de presentar candidato a presidente. Todo lo cual nos permite pensar dos cosas: no hay un electorado que exprese un sujeto político capaz de ponerse a la izquierda del gobierno, y si un actor influyente y movilizador de demandas: los medios de comunicación.

El kirchnerismo debe replantearse la mantención de ciertas demandas que la ciudadanía está esperando. La creación de casas, viviendas, instalación de cloacas, agua potable y otros servicios son sin duda importantes, pero sin embargo son obras de gobierno culminan en su finalización. La idea de una Argentina refortalecida y vigorosa en el despliegue de sus energías nacionales debe necesariamente encontrar cauce en la posibilidad de reestatizar y hacer nacionales las riquezas que son patrimonio de la Patria, en tanto elemento de reunificación y propiedad que en función social rectifique el rumbo plasmado en la política de fragmentación impuesta bajo un falso federalismo durante los 90.  La producción nacional debe ser así la solvencia para potenciar las energías sociales. La hegemonía de la oposición que se perfila como alternativa consolida la línea privatista y neoliberal. Las estrategias a seguir deben plasmar una nueva confrontación que vuelva a correr los límites de diferenciación para así marchar en pos del acrecentamiento del movimiento nacional y popular y su dinámica transformadora, ante la imposibilidad patente de creer en una burguesía que, irresponsable, ha sido frecuentemente incapaz de resguardar el patrimonio nacional y sostener fuentes de empleo.

Si algo ha caracterizado al kirchnerismo como fenómeno político es su alta imprevisibilidad y su capacidad de negociación,  indispensable en la pugna por la construcción de poder bajo la presencia de viejos actores experimentado en la tarea de imponer decisiones, situaciones y privilegios y establecer límites. No obstante la influencia de las corporaciones económicas actuantes y de una oposición política que pareciera esforzarse en perder crédito, el kirchnerismo carga con un arma poderosísima: ha sido la única fuerza capaz de generar una estabilidad económica, nutrirse del capital simbólico de las experiencias propias para encabezar banderas históricas nacionales (Malvinas, Vuelta de Obligado, 24 de marzo, etc.) y devolver presencia internacional al país, elementos todos ellos indispensables para unificar la expresión colectiva y sustentar un poder nacional y popular que se expresa en dignidad nacional, militancia y entusiasmo. A pesar de ello, la crisis que sacude el mundo se presenta como seria amenaza y hay quiénes creen en la posibilidad del fin del proyecto a través de un giro motivado por la economía global.  

En política no está nada dicho, pero resulta apresurado juzgar sobre intuiciones a un gobierno que sus enemigos jamás han subestimado por su capacidad creativa de recrear nuevas posibilidades. Quizás el kirchnerismo esté retrocediendo, dando algunos pasos atrás, sólo para tomar carrera y consumar esa recurrente costumbre de patear tableros.

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