viernes, 23 de diciembre de 2011

Hacia un nuevo encuentro de las fuerzas progresistas, nacionales y populares

Frecuentemente se lamenta en la historia el enfrentamiento entre fuerzas afines que han terminado devoradas por actores ajenos a la escena coyuntural, en provecho de los desgarros de los oponentes. En este sentido me permitiré continuar la temática de la actual alianza del Nuevo Encuentro (NE) y el Frente para la Victoria (FpV), que pareciera superar la mera conveniencia electoral en la puja por dar permanencia al modelo y profundizarlo.

Peronismo y progresismo

Sabido es que el peronismo ha asumido desde sus inicios una política social que le ha permitido semejarse a los partidos socialistas europeos en cuanto a su base electoral, lo cual provocó la indignación de los grupos de izquierda locales que sintieron arrebatadas sus banderas e interpretaron pésimamente el primer proyecto político “desde arriba” que tenía en cuenta a su sujeto político. La amplitud del peronismo, concebido por sus adherentes como un “movimiento”, permitió que tiempo después convivieran fuerzas claramente enfrentadas en sus fines, lo que llevó a la masacre de una de ellas por la otra, que supo reconvertirse hábilmente en grupo de tareas durante el gobierno de facto 1976-1983, superando su aversión al “comunismo ateo” la anterior adhesión a la doctrina justicialista, ya que la dictadura se declaraba abiertamente antiperonista. Con la recuperación de la democracia en 1983, se inició una pugna por la definición institucional del partido. En la década de 1990, ante la moda intelectual del Pensamiento Único Neoliberal el Partido Justicialista traicionó los principios de defensa del Estado regulador -elemento esencial de políticas redistributivas-, en un clima de avergonzantes endeudamiento, pauperización, impunidad y corrupción política.
Parecía difícil entonces pensar que del mismo Partido Justicialista surgiría una fuerza política que asumiría las políticas de políticas sociales y de expansión del mercado interno, aún bajo la presencia de importantes movilizaciones que, perjudicadas por las políticas institucionales del Estado argentino,  le demandaban una mayor presencia  ante el deterioro de la calidad de vida producido por la falta de empleo y la baja remuneración. Contradiciendo el “discurso de la reconciliación nacional” promovido por la administración Carlos Menem (1990-1999) y continuado por De la Rúa (1999-2001) y Eduardo Duhalde (2001-2003), Néstor Kirchner se definió políticamente al juzgar a los responsables del genocidio del período 76-83, no sin diferencias de su mismo espacio político. (1) Este cambio de discurso desde los representantes del Estado argentino ante una deuda que se creía insubsanable logró esperanzar a la población bajo el kirchnerismo. El kirchnerismo –y esto merece explicitarse- no se define como la representación del instrumento electoral lo sostiene, el FpV, sino que es la adhesión al liderazgo audaz y transformador ejercido por Néstor Kirchner y continuado por la presidenta Cristina Fernández y el complejo ideológico definido por sus políticas estatales (memoria histórica sobre los DD.HH., políticas redistributivas, estatización de áreas estratégicas, fortaleza de la presencia internacional, etc.) que aúna a personas tanto de origen peronista como de origen no-peronista, generando una nueva identidad política que reflexiona sobre el pasado para la construcción plural de un futuro sobre ejes concretos a los que las burocracias partidarias generalmente han sabido renunciar.
Paralelamente, en 2004 desde Morón se conforma el Partido Encuentro por la Democracia y la Equidad con Martín Sabbatella como referente, un integrante del Frente País Solidario que como concejal integró la comisión investigadora que desplazó al intendente Juan Carlos Rousselot por corrupción y desde su intendencia supo combinar políticas de transparencia y derechos humanos. La decisión de presentarse a elecciones con el frente electoral Nuevo Encuentro en 2009, año signado por el conflicto con la Mesa de Enlace Rural provocan aún un duro cuestionamiento de sectores del FpV, argumentando que Sabbatella habría restado votos a la lista que entonces llevaba a Néstor Kirchner como diputado nacional.

Asuntos internos

La etapa actual presenta al FpV, liderado por Cristina Fernández, al inicio de un período presidencial donde se espera la aparición de tensiones por la sucesión. El problema de la sucesión merece analizarse desde dos aspectos: la sucesión personal del Ejecutivo y la sucesión ideológica del modelo, ambas intrínsecamente enlazadas. El proyecto iniciado en 2003, definido como una reestructuración de la función del Estado, necesita de una militancia sincera y contundente de las recientes políticas del gobierno nacional en todo el territorio de la Nación, para que el kirchnerismo pueda ser una expresión ideológica auténtica y no un voto coyuntural de conveniencia para dirigentes de prácticas que abiertamente lo contradicen. Nuevo Encuentro, al mismo tiempo, afronta un debate sobre el rol a desempeñar por el cuestionamiento a Martín Sabbatella por considerarlo demasiado afín al oficialismo; cuestionamiento injustificado, además, porque su afirmación de renunciar al “apoyo crítico” de NE (2) al gobierno nacional no ha tenido como correlato la pérdida de autonomía, ya que el espacio mantiene el bloque diferenciado del FpV a nivel nacional y provincial. Las dificultades de que el NE se pliegue de lleno al FpV son limitadas, ya que sectores no transversales han descalificado al NE como a) “gorila”, b) “progresismo blanco” e c) “infiltrado”. Sin embargo, puede decirse que:

a)      Durante el período de mayor crisis del kirchnerismo en el sistema política (2008-2010), el NE se comportó como un colaborador crítico, dando aceptación a medidas de fuerte cuestionamiento como la resolución 125. Como espacio de centroizquierda, supo mantener posicionamientos fundados y responsables ante la oposición destituyente a la que se plegó un importante número de legisladores oficialistas. La acusación de “gorilismo” se da por desmentida en la adhesión ideológica a la medida de una fuerza de origen peronista, cuando muchos “peronistas” abdicaban de su apoyo al gobierno nacional ante la situación creada por los medios.
b)      La acusación de “progresismo blanco” no encuentra argumentos fundados. El NE tiene en Sabbatella la expresión de un dirigente que supo reconocer la necesidades sociales a partir de su experiencia de intendente, función que carga un enorme compromiso territorial y la realización de acciones prácticas por sobre divagaciones teóricas; he ahí el punto de enlace de comprensión del kirchnerismo en su magnitud, al que adhiere aún a costa de renunciar a gran parte de su electorado inicial, adeptos al “progresismo blanco” del que se lo acusa. El NE se “embarra” al encontrar en el kirchnerismo una fuerza política capaz de dar lugar a las transformaciones faltantes, y en vez de cerrarse en un círculo dogmático, se mantiene bajo una autonomía que permita cuestionar el rechazo a las políticas nacionales de dirigentes del FpV y ser parte de la conducción del modelo hacia una mayor transformación social.
c)       Tampoco puede darse calificativo al NE como “infiltrado”, ya que en las elecciones de 2011 la presentación de una lista de adhesión a las candidaturas del FpV en diputados, senadores y presidente fue habilitada por la propia presidenta; ergo, cuestionar a la lista de adhesión de Sabbatella constituye el cuestionamiento a una decisión de la propia presidenta. Por el contrario, constituyó una aclaración del posicionamiento del espacio en la política nacional.

Caminos de unión

El cuestionamiento permanente al NE dentro de sectores del FpV no es sino un cierta presión por la apertura de la presidenta para retornar sobre la transversalidad, siendo un mecanismo de defensa de sectores pejotistas en la defensa exagerada de una estructura institucional partidaria –claramente no amenazada-  y en resguardo de dirigentes incómodos por una trayectoria personal ajena al paradigma kirchnerista. El mismo recelo pejotista recae sobre los miembros del Gabinete de origen frepasista, que supieron irse del Partido Justicialista cuando se transformó en punta de lanza de la penetración neoliberal en la Argentina.
Frente a la confianza de quienes piensan que el FpV expresa la homogeneidad de los dirigentes en cuanto a su defensa del actual gobierno nacional, cabe reflexionar sobre ambiciones y proyectos personales de un importante sector renuente a la implementación de leyes de contenido social promovidas por el oficialismo y a la adopción de temáticas como los derechos humanos. También es necesario reflexionar sobre la posición contra el gobierno nacional de gran parte del FpV durante la tensión del conflicto con la Mesa de Enlace, como punto de partida para pensar sobre lealtades, compensaciones y confianza. En aquella oportunidad, el NE aún siendo una fuerza independiente apoyó las medidas del kirchnerismo con mayor énfasis que el de los senadores nacionales, por ejemplo.
En este sentido, cabe pensar las solidaridades necesarias entre sectores afines para que este rumbo se profundice, independientemente de su origen identitario. Quizás, la construcción de un kirchnerismo ideológico amplio esté ligada a una apuesta programática definida sobre las inquietudes comunes entre las distintas fuerzas, ante la posibilidad del surgimiento de nuevas resistencias que podrían aparecer dentro y fuera del oficialismo.

(1) “Scioli, lejos del presidente”, en Página/12 de 14/8/2011. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-24104-2003-08-14.html
(2) “Como otra pata más de la mesa kirchnerista”, artículo de Fernando Cibeira en diario Página/12 del 20/11/2011. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-181618-2011-11-20.html

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