domingo, 4 de agosto de 2013

Regresos e inconsistencias en la campaña de la PBA

Jóvenes y ejecutivos, Massa e Insaurralde disputan
       liderazgo en la provincia de Buenos Aires apelando a la 
       gestión municipal.
Una patología recurrente de los mandamases de los ejecutivos más poblados del país es creer que el desempleo de un cargo ejecutivo y la utilización de periódicas campañas publicitarias posibilitarían una ambición presidencial. Este es el caso, en el actual período, de Mauricio Macri, Daniel Scioli y Sergio Massa, todos ellos confesos aspirantes a la más alta magistratura en 2015.

Si los períodos preelectorales de 2011 y 2013 se caracterizaron por promover la candidatura y tentar al gobernador Daniel Scioli como ariete de una alternativa poskirchnerista, el lanzamiento de la candidatura de Sergio Massa puede advertirse como un borrador preparatorio, entre lo que se incluirá obviamente el potencial convocante de la representación peronista y su posibilidad para acumular caudal en los sectores medios, un juego destinado a heredar la “perfomance De Narváez” del año 2009. Por el momento, las encuestas señalan diferencias que van desde 2 hasta 7 puntos de diferencia a favor del intendente de Tigre, resultados éstos que se irían acortando en la cercanía de la fecha de sufragio.

La lista del Frente Renovador contempla a macristas (Soledad Martínez, Christián Gribaudo, Gladys González), sciolistas (María Azucena Ehcosor de Acuña), altos industrailes (Mendiguren), burócratas sindicales (Héctor Ricardo Daer), Gilberto Alegre (intendente cacique de Gral. Villegas), Miguel Saredi (PJ, Pampa Sur opositor 2008-2009, período macrista 2009-2010, Pampa Sur oficialista 2010-2011 cobijado por Guillermo Moreno), Fabian Gianola (comediante) y la periodista del Grupo Clarín Mirta Tundis, entre otros. Con la práctica del rejunte y la retórica del consenso, la lista de Sergio Massa conlleva de manera irremediable el aroma de su suegro, el duhaldista Fernando Galmarini, en un nuevo intento de la dirigencia desplazada del capital simbólico peronista por el proceso kirchnerista.

El gran riesgo que afronta el kirchnerismo en las presentes elecciones es la posibilidad de un estancamiento de su carácter progresista ante la competencia de una propuesta electoral a las claras de centro derecha, al tiempo que el endurecimiento del discurso presidencial y personalidades leales carentes de construcción colectiva en lugares protagónicos marcan en cierta medida una apuesta a los incondicionales con riesgo de reducir electorado. El slogan que resume la campaña, “En la vida hay que elegir”, deja poco margen de adhesión a sectores que, aun críticos, saben que la democratización kirchnerista se da tras procesos cíclicos de acumulación política que le permiten sostener el manejo del ritmo político.

En la vida hay que elegir, aún bajo increpaciones innecesarias y la desgastante tarea de la militancia kirchnerista de sumar y contrarrestar sus antiguos aliados. Se trata, en la provincia de Buenos Aires, de sumar diputados nacionales a los diez años del retorno de la discusión (aunque aún superficial) política frente al retorno.

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