La oposición mediática construye relatos distópicos con repercusiones
de realidad.
La creciente
escalada verbal de referentes de la Oposición (política y mediática), que
enfrenta la falta de propuestas y la resistencia a los cambios culturales como
sus problemas más serios, exige un tiempo de reflexión minuciosa ya que las
críticas realizadas constituyen exabruptos tales como la inexistencia de la
democracia, la existencia de persecución política y la formación de grupos
paramilitares en las principales agrupaciones políticas.
Desde luego,
es previsible que toda administración se vea cuestionada por una prensa
opositora; sin embargo, la magnitud de las acusaciones amerita, cuanto menos, respuestas
judiciales en pos de un resarcimiento y una fe de erratas, dado que la inacción
fortalece la impunidad de las palabras y aguijonea a los grupos mediáticos a
avanzar hacia nuevas operaciones. Se trataría, simplemente, de dar la respuesta
pertinente a cada ofensiva. Las perspectivas de la plena vigencia de la Ley de
Medios, problablemente, se pospondrá a diciembre recorriendo instancias
internacionales. Se trataría, simplemente, de no ceder en el mismo lugar de los
ataques.
El escrito
de uno de los polemistas más retrógrados del diario La Nación (tribuna
tradicional de los defensores de las asimetrías sociales), nivelando las
juventudes hitlerianas por encima de los activistas adherentes al actual
gobierno nacional, revela no una falta de conocimiento sino de ética. Una
explicación sobre la conducta de Aguinis es que pesa más la línea editorial del
diario que el apego a su origen judío; esto no lo exime, claro está, de ser
responsable directo de lo que a su nombre publica.
Sin embargo,
la recientes elaboración literaria no debe servir para opacar la creatividad de
los escritores Joaquín Morales Solá, Julio Blanck, Ricardo Kirschbaum (expertos
en off the record) y Mariano Grondona
(quién moldea teorías como plastilina). Pero la virtud de estos literatos, que
por fuerza de hechos deben elaborar textos en formato periodístico, es
sistematizar ideas del imaginario del conservadurismo opositor. Así, el
antichavismo de Binner, las acusaciones de corrupción de Stolbizer, de un
Estado ineficaz de Macri, de venta del Estado a la Barrick de Solanas, el
rechazo la inversión social de Gerardo Morales y Ernesto Sanz hasta el regreso
a la oligarquía partidaria pejotista del “peronismo federal” sirven de
ingredientes indispensables para la construcción del relato, muchas veces
plagado de contradicciones. No se trata de que tenga coherencia, sino de
presionar al gobierno nacional.
El texto
descalifica directamente a los espacios más dinámicos de este gobierno, desde
el fervor de una juventud que se siente protagonista hasta las organizaciones
que se han fortalecido en la sangre de activistas reprimidos en la arrasadora
década neoliberal. A quién no le haya pasado por desapercibido el “golpe
blando” de Paraguay, habrá advertido la importancia de la organización
colectiva para ejercer demandas a favor del rumbo conjunto inédito en la
región.
Sin embargo,
la ficción distópica de Aguinis tiene consecuencias imprevisibles que causan un
gran daño desde el aspecto mediático. No hace falta revisar muchos medios
internacionales para dar cuenta de la simbiosis editorial respecto a
determinadas temáticas (sigase a El País/Perfil, Abc/La Nación) que deforman
contenidos creando una imagen de caos que, casualmente, semeja descripciones de
países de la región. Esta desinformación la he comprobado en la utilización de
nuevas tecnologías, comprobando que no hay adherentes del PSOE que consideren
“serio” y “progresista” el rumbo de la región, quienes me han recomendado que
para informarme de España lea El País. Afortunadamente, UNASUR ha sido un
dispositivo efectivisímo de defensa de la democracia, lo que no quita que esté
bajo estudio para ser vulnerado.
A seguir
pensando entonces en el desafío de una comunicación democrática y en la
conformación de criterios de responsabilidad comunicacional. A las obras.
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