La
aparición de los indignados mexicanos
Nuevamente, los movimientos sociales se han
transformado en una esperanza para cambiar el Estado mínimo neoliberal, la
corrupción del funcionariado y la atención a las demandas sociales urgentes.
Los estudiantes mexicanos manifiestan su descontento contra los partidos y la
concentración mediática, se unen a la protesta social y surge Yosoy132.
El repudio de
131 estudiantes a Peña Nieto el 11 de mayo de 2012 es el punto de inicio de una
de los movimientos sociales más vitales de México. Con el 23 de mayo como fecha
de inicio a partir de la conformación de una declaratoria, Yosoy132 es una
expresión aún pequeña de una sociedad escéptica de la política.
Una de los
grandes interrogantes es el momento de su aparición, que da lugar quizás a que
los enemigos del movimiento puedan sostener sería una ofensiva contra el
candidato del PRI Enrique Peña Nieto. Sin embargo, lo cierto es que la crisis
que la sociedad mexicana atravesaba merecía tener una expresión de descontento
cabal (recuerdo haber preguntado a ciudadanos mexicanos sobre esta cierta
permisión de la opacidad de la política local), y no es un hecho menor el que
sin duda genera esta indignación: en una sociedad vulnerada por la
ingobernabilidad de la narcocracia, un gobierno que ha profundizado la
militarización del Estado en una guerra con un saldo de más de sesenta mil
muertos, las alternativas del sistema electoral mexicano expresan un vacío representativo
notable donde es imposible vislumbrar una ruptura de la dirigencia del esquema
neoliberal instalado. Peña Nieto, gobernador del Estado de México entre 2005 y
2011, es un político referenciado con la gestión pública ordenada, transparente
y eficaz; sin embargo, uno de los episodios más confusos y oscuros ha sido su responsabilidad
política en la masacre del caso Atenco, una feroz redada policial con detenciones arbitrarias, trato cruel,
inhumano y/o degradante, allanamientos de morada, tortura, abuso sexual y
violaciones a 26 mujeres, además de violación a los derechos de menores de
edad. Las referencias del entonces gobernador, justificando aquella
medida y asumiendo su responsabilidad en los hechos por “el uso de la fuerza
pública para restablecer el orden” causaron un profundo descontento en los
jóvenes.
La aparición
de los estudiantes define claramente a Yosoy132 como un movimiento de las clases
medias. Los interrogantes al respecto son grandes: ¿puede contemplarsele como
una reacción de clase encabezada por profesionales ante las fallas de un
mercado laboral que comienza a verse restringido o con una oferta laboral menos
seductora de lo esperado (leáse “mileuristas” españoles)? ¿posee la potencia
para una radicalización que pueda generar un cambio en las élites o, cuanto
menos, un cambio en la mentalidad de las élites? ¿o es precisamente la
represión de Atenco, contra el orden autoritario del neoliberalismo, el
elemento movilizante de éstos jóvenes?
Una vez más y
siguiendo el patrón de los movimientos de indignados, el estallido de las
protestas se genera bajo una organización en forma de comunidad rizomática, que
se extiende en asambleas de ciudad en ciudad, una manera concreta de revelar el
amplio consenso que las demandas del movimiento social tienen en la sociedad
mexicana.
México revela
hoy la potencia de un sector de la sociedad civil quejoso de los
condicionamientos del neoliberalismo, un orden arcaico frente a una América
latina renaciente y pujante que se permite dar debates sobre soberanía y
socialismo. Escribía Petras en 1996 los términos en que se expresaba el
funcionamiento de ese plutocrático y abusivo nuevo orden mundial:
«El nuevo
autoritarismo es una versión diferente del viejo estilo de los regímenes
represivos. En el pasado el autoritarismo era de origen militar y se oponía a
las libertades individuales y a la competencia electoral. El nuevo régimen es
un régimen híbrido que combina procesos electorales y libertades individuales con
niveles de decisiones estructurales elitistas. Cuando se producen elecciones,
no existen correspondencia entre las retóricas socialdemócratas o populistas
desplegadas durante la campaña electoral y la acción gubernamental posterior
que impone las severas medidas de austeridad neoliberales y las políticas de
ajuste estructural. El uso deliberado de la desilusión política pone en
entredicho el propio significado de “elecciones competitivas” capaces de darle
al electorado, a través de su elección, la sensación de influir en el proceso
político. Además el uso creciente de decretos presidenciales para implementar
el programa neoliberal (privatizaciones, políticas de ajuste estructural, etc.)
esta más cerca del estilo del antiguo autoritarismo que de las prácticas
democráticas.» (Petras, James. América latina. De la globalización a la revolución, Homo Sapiens
Ediciones, serie “Paradigmas y debates” dirigida por Alberto J. Pla, Rosario,
1996, traducción de Arturo Firpo (traducción de Imperialismo an Ong en América Latina) por Stephen Hasam, ISBN
950-808-259-3, pp. 39-40)
La aparición de este nuevo foco de tensiones en México es una nueva
oportunidad para que la política recupere su vacío, ante la mera reducción de
la democracia a la periódica utilización del instrumento electoral.
Probablemente, sólo la movilización estatuyente pondrá a las claras los
mecanismos democratizadores e incluyentes hoy ausentes, un vicio que socava de
lleno la credibilidad sobre auténticas representaciones.
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