sábado, 2 de noviembre de 2013

"Todos somos peronistas"

(N. del A.:La declaración es vieja, pero la discusión siguiente es perpetua)


Frecuentemente, se alega la dificultad de entender la política argentina y especialmente al peronismo. Paradójicamente, ello no ha mermado jamás en nada su altísimo poderío electoral o vislumbrar una opción de gobierno que no lo contemple.

El 19 de junio de 2013, consultado en el programa “Mañana Silvestre” (AM 1030, Radio del Plata, lun. a vier. de 6 a 9 AM) sobre su pertenencia al sciolismo o al kirchnerismo, el ex intendente de Avellaneda Baldomero Álvarez de Olivera sostuvo: “Nosotros no somos duhaldistas, kirchneristas ni sciolistas: somos peronistas”.

Como muchos "compañeros", Baldomero no se casa con nadie.
Una de las cuestiones que dificultan su comprensión es la existencia de posicionamientos antagónicos y su convivencia partidaria, o los repentinos alejamientos de funcionarios hacia posiciones irreconciliables, un análisis que amerita una mayor profundidad en los entornos de pertenencia que en los contenidos de la retórica. Lo cierto es que desde el 2001 a la fecha, las disputas por la apropiación del capital simbólico del peronismo han sido las más conflictivas desde el retorno de la democracia. Líneas internas que conforman instrumentos electorales (Partido por la Educación, la Cultura y el Trabajo; Fe y Frente Renovador) o arribistas con alguna popularidad (el diputado Francisco de Narváez y el intendente capitalino Mauricio Macri) han comprendido que una genuina vocación de mayorías tiene que contemplar las adhesiones del difuso y heterogéneo “pueblo peronista”.

Un jefe político del partido justicialista (dominador del instrumento electoral del pueblo peronista) es un dirigente que frecuentemente ha asumido principios de conservación individual por sobre un proyecto colectivo en funcionamiento, reticente a aceptar una autoridad distinta a la simbología peronista. De este modo, la ausencia de compromisos ideológicos y la disponibilidad para la adaptación a nuevos liderazgos y demandas son estrategias clave para la conservación de sus lugares de poder.

Iniciada en 2001 una etapa en que aun se manifiestan experimentaciones, con un afianzamiento de la democracia de audiencia y niveles de politización social que no suelen exceder los comportamientos binarios, puede pensarse en la influencia que la memoria política y el cerco territorialista continúan ejerciendo en la política argentina.


La frase de Baldomero Álvarez explícita en tan sentido la debilidades relativas a cualquier proyecto peronista, del signo ideológico que fuese, ante las posibilidades acuciantes del desmembramiento de un instrumento electoral ante lealtades sólo avaladas por las conveniencias coyunturales. 

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